"No poder pagar las facturas era como tener la espada de Damocles siempre encima"

Eduardo, junto a su perra Victoria, en el piso tutelado tras ser desahuciado de su vivienda.
Eduardo, junto a su perra Victoria, en el piso tutelado tras ser desahuciado de su vivienda.
JORGE PARÍS
Eduardo, junto a su perra Victoria, en el piso tutelado tras ser desahuciado de su vivienda.

Eduardo Levaggi tiene claro que la pobreza energética, esa que padecen más de 5 millones de personas en España, es tan silenciosa que no traspasa ni a las paredes del vecino. Lo sabe en primera persona. Con 60 años, este doctor en Ciencias Políticas tuvo que llevar al extremo, y en el anonimato, las medidas de racionalización de electricidad para no gastar un kilovatio de más cuando el paro acechaba y los ahorros mermaban sin freno. Decenas de facturas impagadas y un desahucio después, las heridas de esa pobreza son perceptibles en el piso de acogida del Ayuntamiento Madrid en el que vive junto a su perra Victoria y a otras tres personas en situación de vulnerabilidad.

"Te modifica la vida absolutamente. Siempre con eso: ¿qué facturas vendrán? ¿las podré afrontar?", señala Eduardo. “Estaba siempre pensando en gastar la luz mínima, qué electrodomésticos consumen menos. Cocinaba una vez en semana. El no poder pagar la factura era como tener a la espada de Damocles siempre encima”.

Esta situación le llevó a "la angustia y a la depresión", explica: “Perdí 35 kilos, ¡y hasta 5 centímetros de altura! Eso me dijo el médico. Se cambia el hábito, te faltan energías, te vas como desorganizando, caotizando”.

"O robo, asalto un banco o me desahucian"

Con una oratoria impecable, Eduardo cuenta cómo la sucesión de diferentes circunstancias le llevaron a quedarse en la calle: "La vida es más fantástica cuando eres joven, pero van pasando los años, te vas comiendo los ahorros, no aparece ningún puesto de trabajo. Un día dices 'o robo, asalto un banco o me desahucian'”.

Optó por la última opción.

“El tema del desahucio es la pérdida. Se pierde la memoria de tu vida. Tenía libros que me habían regalado dedicados, o las 5.000 películas que tenía en mi filmoteca, yo era parte de eso y todo fue a la basura. Un día dices “tanto esfuerzo...  y todo a tomar por culo. No puedo más”.

Tras el desahucio, Eduardo vivió varios días en al calle junto a Victoria, su compañera más fiel. Ahora en su nuevo barrio, donde vive desde junio, bromea: "Solo la conocen a ella" -refiriéndose a su perra-. "Nadie sabe mi nombre. Soy el tipo que va con ella". Y le pregunta a su mascota sonriendo: "¿Verdad, señora? ¿Tiene usted algo que opinar?".

Sus intensos 60 años de vida se cuentan en el apartamento municipal de acogida en el que vive el centro de Madrid. Es nuevo hogar y está tutelado por la Fundación 26 de Diciembre. A esta entidad especializada en mayores homosexuales le debe “haber quebrado” su situación de depresión. 

"Ahora hasta nos permitimos tener una sala de cine, como la gente rica", refiriéndose al pequeño salón con televisión del que dispone su nuevo hogar.

En esta casa apenas enciende la calefacción. Y eso que el termómetro en el exterior no sube de los 5 grados centígrados. Aquí el precio del kilovatio tampoco se olvida. "Si hace frío me abrigo, aunque se me hielen las manos". Por eso lleva un chaquetón azul marino que compró gracias a la herencia que recibió cuando su padre falleció hace 7 años. “Está hecho trizas, pero es mi súpercazadora, la llamo así. Fue la mejor compra de mi vida, puedo estar desnudo dentro que no tengo frío”.

Cuando se despoja de su "súpercazadora" deja ver las tres prendas que lleva bajo ella: un jersey de lana muy colorido, otro de punto, y bajo este una camisa de cuadros.

Hoy, como excepción, ha encendido un rato la caldera porque viene un amigo de Jaén y quiere "aclimatar la casa”.

Tanto él como sus tres compañeros de hogar son conscientes de que cualquier gasto de más puede dejarlos en la calle.  “Si aquí gastamos como gente espléndida el programa de acogida de la Fundación se va al garete. Debe ser autosostenible. Pensamos en el futuro”.

Aun así considera que "hay gastos que generan estatus sociales", refiriéndose a la calefacción, entre otros. "El sentido de pobreza energética se relativiza. Si alguien está acostumbrado a tener la caldera a 28 grados va a sentir como una tragedia si no puede pagar la factura, más que una persona que la enciende por extrema necesidad". 

La cualificación y la edad, “los problemas para no encontrar trabajo”

Eduardo tiene un currículum profesional impecable. Relata que está doctorado en Ciencias Políticas y licenciado en Comunicación, con especialización en cine. En su vida laboral figuran varios libros escritos para Casa América, algunos asoman por Amazon. También estudios en escuelas diplomáticas de Viena o Madrid. Y sabe varios idiomas, además del castellano: alemán, portugués e inglés. De este último ha comenzado a recibir clases en la Fundación 26 de Diciembre: “Creí que se me había olvidado con todo el lío, con todos mis problemas, con todo el desastre. Los idiomas cambian, son organismos vivos. El inglés coloquial que yo aprendí hace 30 años no es el de hoy”. 

En su vida laboral figuran varios libros escritos para Casa América, algunos asoman por Amazon. Y estudios en escuelas diplomáticas de Viena o Madrid. 

Pero la pobreza no entiende de currículum, y esa experiencia y formación “no sirve para nada”, subraya. De hecho su "cualificación y edad” han sido los principales escollos para encontrar trabajo. Antes de caer enfermo llevaba años encadenando trabajos temporales: seguridad, teleoperador, cuidador de enfermos…  

"Una trabajadora social me dijo que tenía que cortar mi currículo de seis páginas para que no se cansen las de Recursos Humanos. ¡Mis cualidades desaparecen de un plumazo! ¡Y me pide que cambie el currículum para cada vacante! ¿Sabes lo que es eso? Y que ponga una foto. Me niego, qué importa si soy guapo".

Su único ingreso económico es a día de hoy una pensión contributiva de 367 euros. La enfermedad que padece, EPOC, una dolencia asociada al tabaquismo, le ha provocado una discapacidad del 65% que le impide hacer esfuerzos físicos. El último empleo que le generó ingresos fue el de cuidador de enfermos de Alzheimer, lo tuvo que dejar por la enfermedad. “Uno hace cosas inteligentes y también estupideces, entre ellas fumar. Empecé a hacerlo en la época de Lauren Bacall y Humphrey Bogart", bromea. "Es un hábito del que no se ven los efectos… hasta que te vienen todos de golpe”.

Eduardo habla mucho de cine, es su gran pasión. “Tengo la suerte de vivir a dos calles de la Filmoteca. El dinero me ha importado muy poco, pero es difícil vivir 29 días sin dinero. Si me pasa cualquier cosa no puedo responder. Se me va en medicamentos, transporte, y el abono de la Filmoteca, eso es sagrado...".

Precisamente invitará esta noche a la Filmoteca al amigo que viene de Jaén, para el que aclimató la casa un rato.

“Soy fuerte, sino no me hubiera recuperado. Gran parte es esfuerzo mío, y la gente que he conocido. Ahora elijo a la gente. Todo el mundo desapareció. Solo ha quedado mi amigo de Jaén y otro chico de mi edad. Con los amigos hago ahora una especie de tamiz".

“Este año decidí no felicitar a nadie en fin de año. Como vienen tan malas perspectivas de futuro… ¿qué le voy a estar diciendo a la gente de buenos deseos? Salvo para unos pocos, este año va a ser tremendamente difícil. Nos venden que crisis es una oportunidad para aprender y... no hay caso, no hay caso. No se ha aprendido nada. La ganancia la tienen unos pocos, y el resto estamos ahí, viviendo como se puede”.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento