'Conflicto, tiempo, fotografía', una muestra sobre la atemporalidad de las imágenes bélicas

  • La Tate Modern de Londres propone en el centenario de la I Guerra Mundial una línea de tiempo de fotos bélicas desde la Guerra Civil de los EE UU.
  • Las imágenes no están dispuestas cronológicamente, sino por el tiempo transcurrido entre el conflicto que muestran y el momento en que se tomó la foto.
  • Pretenden estimular preguntas sobre la intensidad: ¿tiene menos potencia un casco de un soldado muerto en Hiroshima porque la foto es de 16 años después?
La foto de Shōmei Tōmatsu muestra el casco de un soldado cuyo craneo quedó en parte fusionado con la estructura por la explosión de la bomba atómica de Nagasaki
La foto de Shōmei Tōmatsu muestra el casco de un soldado cuyo craneo quedó en parte fusionado con la estructura por la explosión de la bomba atómica de Nagasaki
© Shōmei Tōmatsu - interface. Courtesy of Taka Ishii Gallery, Tokyo
La foto de Shōmei Tōmatsu muestra el casco de un soldado cuyo craneo quedó en parte fusionado con la estructura por la explosión de la bomba atómica de Nagasaki

El fotógrafo japonés Shōmei Tōmatsu, nacido en 1930, hizo en 1961 la que quizá sea la fotografía que mejor define el desmedido horror del lanzamientos de dos bombas atómicas consecutivas contra población civil japonesa por los EE UU: un reloj de pulsera detenido a las 11:02 horas, momento exacto en que Nagasaki desapareció del mundo el 9 de agosto de 1945.

Dos años después de la foto del reloj —colocado sobre un sudario blanco, formando una transformada recreación de la bandera japonesa en color de hueso y ceniza—, Tōmatsu hizo otra foto parecida, la de un casco de un militar en cuya estructura la explosión fusionó el hueso del craneo del soldado. También esta vez colocó el objeto redondeado en el centro de un plano monocolor: una superficie de cemento agrietado del suelo.

Presente 16 años después

En su ansia por trazar un mapa de los efectos de las bombas atómicas, al fotógrafo, muy dotado para elaborar simbolismos universales, de entendimiento casi inconsciente y nada racional, le importó muy poco que estaba trabajando entre 16 y 18 años después de las tragedias. Ha afirmado que al hacer aquellas fotos —son toda una serie, entre ellas la perversa de una botella derretida por los 3.900 grados centígrados de la explosión— se sintió presente en el lugar de la catástrofe, como un reportero en primera línea.

Esta paradoja, que también puede ser sufrida por el espectador —el estar allí, en Nagasaki, cuando se contemplan copias en papel de fotos que tienen décadas de antigüedad—, es el centro de la Conflict, Time, Photography (Conflicto, tiempo, fotografía), la exposición estrella de la Tate Modern para la temporada de otoño-invierno. La muestra, hasta el 15 de marzo en la sede del museo de Londres, es la aportación de la galería al centenario de la I Guerra Mundial.

Cronología no tradicional

Dada la política de la Tate Modern de proponer enfoques no tradicionales, esta vez la línea temporal de los 150 años de fotografía bélica no se someten al dictado de la cronología, sino al del tiempo transcurrido entre el conflicto y la toma y difusión de la imagen, en el convencimiento de que la guerra ofrece acercamientos atemporales y, sea cual sea la técnica o el tono formal, son siempre de similar intensidad.

El comisario de Conflict, Time, Photography, Simon Baker, afirma que la intención es estimular la reflexión sobre los efectos de la fotografía "a largo plazo", del mismo modo que sucede con el análisis histórico de las guerras. En lugar de una cronología de "conflictos diferentes, uno tras otro, las obras se agrupan dependiendo de cuánto tiempo después de los hechos se hicieron las fotos: momentos más tarde, días después, semanas más tarde y así sucesivamente hasta un centenar de años más tarde".

Nicaragua y Vietnam, en paralelo

El recorrido es, de esta forma, inconexo en el paralelismo temporal y al lado de imágenes tomadas semanas después del final de la guerra civil americana se cuelgan otras que fueron hechas poco después del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón; las fotografías de Nicaragua tomadas 25 años después de la revolución se agrupan con las de Vietnam 25 años después de la caída de Saigón...

El espectador puede reflexionar sobre el impacto y la intensidad de las imágenes abstrayéndose de las circunstancias técnicas de cada foto, al contrario, considerando que el momento es diferencial y concluyente o estableciendo conexiones nuevas e íntimas. También es posible preguntarse: ¿puede mostrarse una guerra retratando sus escenarios cien años después?, ¿tiene menos potencia el casco de un soldado muerto en Hiroshima porque la foto fue hecha 16 años después de la bomba?...

La amplia gama de los trabajos que expone la Tate refleja las diferentes maneras del impacto bélico y algunas de sus constantes fotográficas: el trauma brutal que intuímos en la mirada  alunada del marine de la foto de DonMcCullin de 1968 en Vietnam puede tener un contrapunto en el alto costo de la destrucción y  los daños mostrados por Simon Norkold en Afganistán. También hay trabajos como la cuenta de sobrevivientes judíos de Ucrania, de Stephen Shore, y los retratos de las meticulosas investigaciones de Taryn Simon sobre los descendientes de las víctimas de la masacre de Srebrenica .

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