La vida en el interior del CETI de Melilla: hacinamiento, suciedad y falta de medios

  • Más de 1.900 personas conviven en un centro para inmigrantes irregulares que solo tiene plazas para 472 internos.
  • La ausencia de recursos impide mantener la limpieza en los baños y obliga a prolongar los turnos de comidas.
  • La dirección no ha podido proporcionar calzado a los recién llegados.
  • GALERÍA | El CETI de Melilla, desde dentro.
Enseres de residentes en el CETI de Melilla amontonados en una de las habitaciones.
Enseres de residentes en el CETI de Melilla amontonados en una de las habitaciones.
20minutos
Enseres de residentes en el CETI de Melilla amontonados en una de las habitaciones.

Basura en la explanada de acceso, baños encharcados, duchas desbordadas, tiendas de campaña convertidas en dormitorios y colas de más de una hora para acceder al comedor. Este es el día a día del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla (CETI), unas instalaciones colapsadas en las que el personal no da abasto y donde las enfermedades han comenzado a hacer acto de presencia.

El CETI es el lugar en el que ingresan todos aquellos que acceden irregularmente a la ciudad autónoma. Sus 17.000 metros cuadrados tienen capacidad para acoger a 472 internos. Sin embargo, hoy atiende a más de 1.900 personas.

La cifra crítica se alcanzó el pasado 18 de marzo, cuando 492 hombres saltaron la valla fronteriza que separa España de Marruecos. En ese momento la infraestructura ya daba cobijo a 1.400 inmigrantes. A estos hay que sumar el goteo de familias sirias que cada día cruzan la frontera huyendo de la guerra.

El aumento de población ha obligado a utilizar edificios de servicio y aulas como dormitorios. Cruz Roja ha instalado 16 tiendas de campaña repartidas por los patios. La Comandancia General de Melilla ha levantado otras diez en un anexo fuera de los límites del recinto. En ellas pernoctan los recién llegados.

En total, el Ejército ha cedido literas para 753 personas, además de 466 bandejas metálicas para el reparto de comida. Más de 500 personas duermen en camastros con una lona como paredes y techo. El resto, se amontonan en estancias donde las familias con hijos tienen prioridad y donde la única forma de lograr intimidad es usar las mantas como improvisadas cortinas, como muestran las imágenes obtenidas por 20minutos.

La salida de 50 individuos (30 subsaharianos y 20 sirios) rumbo a la península el pasado viernes apenas ha aliviado la presión. Además, las enfermedades han comenzado a aparecer. Hasta 226 personas, entre internos y trabajadores, están recibiendo tratamiento preventivo tras detectarse un caso de tuberculosis activa y otro de meningitis bacteriana. Los dos afectados permanecen aislados en el Hospital Comarcal.

Hogueras para comer

El acceso permanece abierto para los internos de 7.30 a 23.30 horas. Las comidas se sirven de 8.00 a 10.00 horas, de 13.00 a 15.00 y de 20.00 a 20.00, lo que hace que los turnos en cocina se superpongan.

Las colas para lograr una bandeja dan la vuelta al edificio y se prolongan durante una hora, por lo que grupos de internos optan por comprar alimentos en la ciudad y comerlos al aire libre o calentarlos en hogueras. "Es mejor, así no hay que esperar", justifica Mike (27 años, Costa de Marfil). Ningún equipo pagado por la ciudad autónoma limpia los alrededores del CETI, donde se acumulan la basura y restos orgánicos.

La situación no es mejor en los baños. El número de usuarios impide mantener limpios los situados de puertas para adentro. Las duchas y letrinas provisionales instaladas en el exterior tras los saltos de 2005 están a pleno rendimiento.

Cruz Roja, que se encarga de la asistencia médica, solo dispone de un enfermero de guardia, aunque voluntarios llegados de Málaga, Córdoba o Jerez acuden en grupos de dos o tres varias veces al día para realizar las curas de los heridos. Muchos de los internos tienen cortes profundos a lo largo de todo el cuerpo debido a las cuchillas que el Ministerio del Interior colocó en la valla en noviembre de 2013.

El almacén de ropa con el que se cubren las necesidades de los recién ingresados —todos reciben vestimenta, sábanas y un kit de aseo— empieza a sufrir el desabastecimiento. "Muchos de los chicos tienen que ir en chanclas porque no tenemos otra cosa. También nos falta ropa y no podemos darles chaquetas de abrigo a todos", advierte otro operario.

30 nacionalidades

La vigilancia del equipo de seguridad ayuda a mantener la paz social. Ningún interno goza de privilegios. Los conatos de agresión, las peleas o los intentos de coacción llegan a castigarse con la expulsión. Las últimas escaramuzas se han reducido a incidentes entre ciudadanos sirios o a los intentos de un grupo de nigerianos de imponer sus propias normas.

La mayoría de los residentes son francófonos, lo que facilita su interrelación independientemente de su país de origen. Por nacionalidades (hay más de 30), predominan los senegaleses, costamarfileños, guineanos, gambianos, malienses o ganeses. También hay ciudadanos de Chad, Togo, Congo, República Democrática del Congo, Gabón y Costa de Marfil. Los cameruneses, anglófonos, ocupan un lugar aparte. Nigerianos y argelinos constituyen los grupos más conflictivos. Los sirios, que en su mayoría son familias con niños que han huido de la guerra tras liquidar los bienes que tenían, se niegan a mezclarse con los subsaharianos.

El 90% de los residentes son de origen humilde y carecen de estudios. Antes de llegar a España, trabajaban como mano de obra barata en el campo. Otro 9% tiene un nivel similar a la Formación Profesional. Estos constituyen el grupo de los mecánicos, los soldadores y los carpinteros. Apenas un 1% tiene estudios universitarios, aunque a Melilla también han llegado deportistas semiprofesionales.

El CETI cuenta con un programa formativo que incluye clases de español, talleres de jardinería y agricultura, artesanía o manualidades. También se invita a los internos a promover actividades. "Facilitamos material a un chico que hacía bolsos de lana a cambio de que enseñase a otros. A otro que tocaba la guitarra le hemos buscado un grupo local para que ensaye. La Federación de Halterofilia presta sus instalaciones a un interno que era boxeador en su país para que no pierda la forma", detallan desde el centro.

Además, existe el CETI Club de Fútbol, que juega en la liga local y que está entre los primeros puestos gracias al poderío físico de los africanos.

"Nos tratan bien"

El Ministerio de Empleo y Seguridad Social, del que depende el CETI, no ha reforzado la plantilla a pesar de que las necesidades se han multiplicado. Carlos Montero, ex militar y director del complejo, se quejó en varias entrevistas de la falta de medios, motivo por el que las autoridades han restringido sus encuentros con la prensa.

Fuera de la masificación, los internos apenas tienen quejas. "Nos tratan bien, se está bien. Es mejor que dormir en el Gurugú [el monte de Marruecos donde se refugian antes de saltar] o que te pegue la policía marroquí", explica Acteur (23 años, Congo) a este diario. "Hay demasiada gente, pero no pasa nada. Estaremos poco aquí", sentencia Hafez (33 años, Siria).

La Delegación del Gobierno en Melilla espera aliviar la sobreocupación en los próximos días mediante el traslado de personas a los centros de internamiento de extranjeros, el paso previo a la expulsión de los inmigrantes del país. Sin embargo, los trámites son lentos. Un ciudadano que llegue irregularmente a Melilla hoy puede tardar entre cuatro meses y dos años en salir, aunque otros han permanecido hasta cuatro. Este mismo martes, 60 personas abandonaban el CETI rumbo a los centros peninsulares.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento