"Cuando aparece una enfermedad mental en un niño hay que trabajar con toda la familia"

El psicólogo Ángel Villaseñor, en el recreo del hospital de día. Detrás, su equipo y los menores que están siendo tratados por trastornos mentales.
El psicólogo Ángel Villaseñor, en el recreo del hospital de día. Detrás, su equipo y los menores que están siendo tratados por trastornos mentales.
JORGE PARÍS
El psicólogo Ángel Villaseñor, en el recreo del hospital de día. Detrás, su equipo y los menores que están siendo tratados por trastornos mentales.

Alrededor de una mesa de enormes proporciones, sentados en círculo, catorce padres y madres tienen la mirada puesta en el único hombre que viste bata blanca. Es el doctor Ángel Villaseñor, psicólogo del Hospital Niño Jesús, quien les está dando las pautas para poder ayudar a sus hijos, niños de 8 a 13 años, a recuperarse de los trastornos de comportamiento alimentario, de conducta, de ansiedad o afectivos que han asomado en ellos.

El doctor Villaseñor disecciona para la atenta audiencia, con precisión de bisturí, cada avance o retroceso vivido por sus hijos. De Montse, 12 años —que entró en el programa hace un mes con depresión y anorexia— dice que ya está lista para reducir, de tres a dos días, su presencia en el hospital. "Llegó deprimida y con mucho sufrimiento interno. Afortunadamente atiende bien a la negociación, rectifica... Vamos a probar". De Miriam, 13 años, el doctor cree que deberá esperar para poder ir al instituto toda la jornada, aún no está preparada. "Todavía no se centra. Le cuesta mucho, hemos descartado que tenga algo orgánico, pero tiene dificultades de procesamiento a la hora de utilizar su espacio emocional".

Es viernes y toca terapia grupal de padres. Es el momento de buscar respuestas a tantos angustiosos porqués en el hospital de día de psiquiatría infantojuvenil, el primero de estas características que se puso en marcha en España. Sus profesionales tienen una especialización en trastornos alimentarios (como anorexias o bulimias), pero también atienden a chavales que presentan otros trastornos mentales severos.

Implicar a la familia

Por esta unidad situada en el ala sur del Niño Jesús van y vienen el psicólogo Villaseñor, las enfermeras, y las dos profesoras que intentan que los menores que pasan aquí tres mañanas a la semana no se retrasen en el colegio. Detrás, como escondidos, tienen sus despachos los psiquiatras. Todos conforman un equipo centrado en evitar que estos niños ingresen en el pasillo de al lado, la unidad de hospitalización psiquiátrica. O, si ya se han visto dentro, que no tengan que volver.

Desde que en 2005 el psiquiatra Gonzalo Morandé pusiera en marcha esta unidad y encargara la coordinación al doctor Villaseñor, aquí se despliega un programa terapéutico cuya peculiaridad es la implicación de toda la familia en la recuperación emocional de los niños. "Porque cuando aparece una enfermedad mental se ve afectada toda la familia. No es que sean culpables, sino que hay que trabajar con ellos, porque si no, por muy bien que lo hagas con el niño, no sacarás nada", explica el propio Morandé.

Los padres sentados en el corro terapéutico comentan al doctor Villaseñor lo difícil que les resulta enfrentarse al estado volátil de sus hijos cuando regresan a casa. Algunos le preguntan cómo deben contener la vis agresiva que sacan con ellos. El doctor les recuerda que, con todos los niños, pero especialmente con estos, es necesario "mantener una paciencia infinita",  "estar vigilantes" y "ejercer de padres, no de doctores".

En el cuarto de al lado, las profesoras Vicky y Elisa explican la propiedad conmutativa y la asociativa a seis de los niños de los que se habla. Ninguno, a primera vista, parece enfermo. Por la diferencia de edades y los dibujos que cuelgan de la pared, el espacio recuerda a un aula rural. Solo las enfermeras que irrumpen en el aula de tanto en cuanto, para preparar medicamentos o llevar a los niños al baño, recuerdan donde estamos.

Conductas de muerte

Sin embargo, aunque no vayan en pijama azul, Pedro, Manuel, Alicia, Miriam, Montse o Clara están aquí porque sufren una barbaridad. El doctor Villaseñor se lo explica a sus padres: "una parte de su cerebro les dice muévete, tu madre no te quiere o estás gorda. Eso origina una tensión increíble. Hay que estar vigilantes en casa, y aquí aportarles una experiencia correctora que les ayude". Los niños —que sentados y formales hacen los deberes— siguen terapia, precisamente, para transformar sus "conductas de muerte" en "conductas de vida".

En mes y medio —tiempo de estancia en el hospital de día de psiquiatría infantil— no se curarán del todo. El proceso es lento, advierte el doctor. "Por mucho que los padres queramos correr, no se puede", coincide el padre de Miriam. Cuando les den el alta, sus hijos seguirán viendo al psicólogo y entrarán en grupos de terapia. Así, al menos, durante los próximos tres o cuatro años.

Porque Montse aún tardará en aprender a dejar de verse gorda y ganar autoestima. Y Miriam tendrá que seguir recibiendo ayuda para deshacerse de esa mirada constante de perplejidad absoluta y poder enfrentarse con ganas a la vida. Que, a su corta edad, la tiene toda por delante.

  • Los nombres de todos los niños que aparecen en el reportaje han sido modificados para preservar su intimidad.
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