Georgina: "Tuve que decidir entre dar de comer a mis dos hijos y pagar la hipoteca"

Georgina Pérez, de 26 años, se quedó en paro el día 24.
Georgina Pérez, de 26 años, se quedó en paro el día 24.
JORGE PÉREZ
Georgina Pérez, de 26 años, se quedó en paro el día 24.

Georgina Pérez tiene prisa. Lleva en la sala de espera de una Oficina de Empleo de Madrid desde primera hora de la mañana, pero no terminará de hacer el papeleo hasta el mediodía. En casa, al cuidado de una niñera, la esperan Cris, de tres años, y el pequeño Gia, de año y medio. "Es que pago por horas y me tengo que marchar", dice a modo de excusa para no aceptar la invitación de tomar un café.

Georgina es una de las casi 5.000.000 de personas que están en el paro en España, y una de las incorporaciones más recientes a esta dramática lista.

Desde hace 4 años trabajaba como cajera para una gran cadena de supermercados, hasta que el pasado día 24 de octubre su jefe la llamó para comunicarle que ya no contaban con ella. Hacía poco que Georgina se había vuelto a incorporar a su puesto, tras más de dos meses de baja por depresión, y, como ella misma reconoce, "estaba muy despistada, no me concentraba bien", "en cierta manera me lo esperaba", dice sin resentimiento. Le estaba costando mucho hacerse a la idea de que iba a tener que criar a sus dos hijos sola.

Su pareja, de origen camerunés, regresó a su país cuando perdió su trabajo, y la dejó sola en Madrid, al cargo de los niños y del pago de la hipoteca. "Al principio le pedía dinero, pero como él también estaba en el paro, pues...". Los primeros meses trató de organizarse. Primero se pedió una excedencia de cuatro meses y después se redujo su jornada laboral, así se "ahorraba la guardería y pagaba solo por una niñera por horas"; pero con un salario de 829 euros al mes y una hipoteca de casi 600, llegar a fin de mes era una tarea titánica."Llegó un momento que tuve que decidir entre dar de comer a mis hijos y pagar la hipoteca", dice, y, lógicamente, eligió lo primero, allá por enero, en detrimento de Caja Madrid, actual Bankia, que el mes que viene saca a subasta su casa.

"Ya he vendido todo lo que tenía dentro, incluso la calefacción, que era mía", explica con añoranza sobre su "casita de dos habitaciones" en el Barrio de la Concepción de Madrid. En cuanto finalice el papeleo del paro y de la subasta se mudará con sus hijos a Alicante, con su madre, viuda desde hace dos años, y que trabaja en un geriátrico. Todavía no sabe cuánto le seguirá debiendo al banco tras la subasta.

A pesar de la crudeza de su historia, Georgina se esfuerza constantemente por sonreír, y cuando lo logra, su rostro aparece sorprendente joven y dulce. Georgina es muy elocuente, pero trasmite aún más con la mirada. "Mi padre era venezolano, y mi madre, dominicana, aunque se ha nacionalizado y dice que ha renunciado a todo lo demás. Yo no, tengo la doble nacionalidad venezolano-española, no quiero renunciar a Venezuela", asegura orgullosa sobre el país en el que nació y del que se vino, con apenas 17 años, "para vivir mejor", y la ironía de esta afirmación la hace pararse a reflexionar sobre su vida.

"Todavía no puedo creer todo lo que ha pasado. Tenía un trabajo, una casa... Nunca había estado en paro hasta ahora, y todavía no sé lo que voy a hacer, pero no me puedo hundir, porque si yo estoy mal, mis hijos están mal, y yo no quiero que ellos sufran. Cuando estaba deprimida, no era yo. Estaba como de mal humor y, de repente, me ponía a llorar... y recuerdo a mi hija buscando un pañuelo para secarme, pidiéndome que no llorara más... No quiero que me vean mal", recuerda emocionada.

Regresar a Venezuela no le parece una buena opción, "mientras siga ese Gobierno, aunque tal vez en el futuro, si cambia, podría volver y montar una licorería, que es como los estancos de aquí: nunca dan pérdidas". Pero allí ya solo le queda una tía paterna y no hay nadie que le pueda echar una mano. En EE UU tiene una hermana, y en París vive "con todo tipo de ayudas" la hermana de su expareja, que le ha aconsejado mudarse a aquel país. "Allí hay muchísimas subvenciones para mantener a los niños. Mi cuñada los tiene en el comedor escolar por unos 40 euros, y no paga por nada más".

Mientras habla de sus planes futuros se ha dado cuenta de una cosa: apenas sabe francés, así que a lo mejor le puede venir bien alguno de los cursos que le ofrezcan en la Oficina de Empleo. "El año pasado estuve en París con mi hija, y cuando regresamos ella veía la Torre Eiffel en todas las torres de la luz". Volver a París cada vez le parece mejor opción. Tal vez lo comente esa misma tarde con la psicóloga que le proporcionó su exempresa cuando la despidió. El futuro es incierto, pero ha decidido que no tirará la toalla. Cris y Gia dependen de su tesón.

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