Siguiendo el rastro a la Covid-19 en las aguas residuales de Madrid

Una brigada del Canal de Isabel II abre una tapa de registro del alcantarillado de Madrid y un trabajador desciende con cuidado por unos peldaños de hierro adosados a la pared del pozo. Cuando pone de nuevo el pie en el suelo está a 35 metros de profundidad. Su misión allí es recoger un equipo electrónico que lleva todo un día sin parar de funcionar. La bomba que lleva incorporada este artilugio ha extraído 24 muestras de agua, una por hora, y las ha dispuesto en otros tantos compartimentos.

​El destino de todas ellas es el laboratorio de genómica que el Canal tiene en Majadahonda. Allí, una veintena de profesionales –entre los que hay biólogos, químicos e ingenieros de caminos, entre otros– las someterán a un exhaustivo análisis cuyo objetivo es determinar la presencia de SARS-CoV-2. Tanto las brigadas como el personal de laboratorio de la empresa pública son los ‘centinelas’ de la Covid-19 en Madrid: su trabajo ayuda a anticipar la evolución de la pandemia en la región y es muy apreciado por las autoridades sanitarias para tomar decisiones en la gestión.

​El análisis de aguas residuales se convirtió en una herramienta más contra el virus en abril del año pasado. La idea surgió en la cabeza de Paloma Martín, consejera de Medio Ambiente, tras leer experiencias que se estaban llevando a cabo en otros países. El Canal de Isabel II ya contaba con un laboratorio que analizaba la presencia de determinados virus y ante el avance de la pandemia se trabajó a contrarreloj para adaptarlo para detectar la Covid-19. Nació entonces el sistema Vigía, que debe su nombre al aporte constante de datos.