Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La trampilla de 'Gran Hermano VIP': por qué no funciona

Sí, Marta Flich surge de debajo de una baldosa. 
Marta Flich saliendo de la trampilla de 'GH'
Marta Flich saliendo de la trampilla de 'GH'
Mediaset
Marta Flich saliendo de la trampilla de 'GH'

"La puerta de Gran Hermano se abre para recibir a...". Hay frases que con sólo escucharlas te llevan a gloriosas entonaciones de épocas doradas de la tele. No es casual, por tanto, que los reality show repitan liturgias dialécticas y visuales que la gente termina sabiendo de memoria. Incluso repitiendo en su vida cotidiana en modo coletilla. Un truco que otorga más identidad al programa y, a la vez, más épica a su emisión.

Pero este año GH ha querido evolucionar los ritos. Y bien que hace, que el mundo cambia. Poco, pero cambia. El plató ya no tiene una gran puerta central por donde aparecen con entusiasmo los concursantes y presentadores. Ahora es una trampilla. Sí, Marta Flich surge de debajo de una baldosa. Como si una alcantarilla se abriera, de repente. Entonces, un elevador empieza a subir a la superheroína sonriente hasta las alturas del estudio 6 de Telecinco, contigo siempre. 

Este alarde técnico tiene la fuerza del suspense y se agradece la innovación, aunque no es práctico para la emoción en primer plano que demanda la efervescencia de la tele-realidad. Visto el artefacto un día, visto todos. La gracia de la intriga de que se abre el suelo se pierde a la segunda semana y el lento artilugio no permite a los protagonistas transmitir bien su expresividad, justo en el instante en el que se encuentran con el chute del aplauso de reencuentro con el público, amigos y familia. Tienen que estar quietecitos para no sufrir un accidente y, después, intentar no desplomarse descendiendo una pindia escalera encajada a capón en el ajustado espacio del plató. Resultado: este tipo de aparición estelar ralentiza el contenido que requiere el show.

Un buen decorado, de un programa o de una sitcom, debe tener diseñadas varias entradas de personajes, que sean eficaces a la hora de favorecer las tramas a tono con la historia a narrar. Lugares por donde irrumpir con una buena presentación o, también, asomar inesperadamente. En un espectáculo en directo como GH esas puertas necesitan combinar, además, fantasía y practicidad. Es importante crear un grado de ensoñación en la audiencia, pero también es crucial el protagonista pueda entrar sin obstáculos y que las cámaras puedan captar la intensidad del momento al instante. La trampilla no tiene un porqué detrás. No hay un cambio de vestuario, no viene de ningún sitio y encima su efectismo dificulta mostrar con cercanía a un expulsado descubriendo el plató, ya que está más pendiente de cómo escapar del aparato sin caerse que de mirar a sus seres queridos. Y GH va de acercar no de alejar. 

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