Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Raphael y la mentira de 'sé tú mismo'

Raphael en 'Cine de Barrio' (2024).
Raphael en 'Cine de Barrio' (2024).
RTVE
Raphael en 'Cine de Barrio' (2024).

Raphael ha vuelto a pisar el estudio 3 de TVE en Prado del Rey. Esta vez, para visitar Cine de Barrio y presentar junto a Inés Ballester su película Digan lo que digan, dirigida por Mario Camus en 1968. Aquel cine que ejercía el casamiento entre el tirón de artistas de la música y el costumbrismo de la ficción de entonces. Aunque Raphael nunca podía dejar de interpretarse a sí mismo, claro. Su trabajo le costó ser él.

"Lo que yo no quería es parecerme a nadie. No quería ser uno más, no quería ser como los demás. Yo quería ser yo. No entiendo a la gente que persigue ser tal persona. ¿No ves que así despistas a la gente? Sé tú. El público te tiene que reconocer a ti. No al de enfrente, que para eso ya le tienen a él", razona Raphael cuando Inés Ballester le pregunta sobre sus referentes.

"Sé tú mismo", es un consejo que se repite demasiado en la actualidad. Un comodín fácil de decir, aunque perverso de aplicar. No todos somos Raphael con su seguridad, su carisma, su intensidad, su libertad. De hecho, "sé tú mismo" suele ir confundido con una autenticidad sin dobleces, la seguridad de poder verbalizar aquello que piensas sin pensar lo que estás verbalizando. Perfecto para la sociedad de la prisa que ve, aplaude y olvida. Sin embargo y paradójicamente, el triunfo artístico de Raphael ha estado unido a su capacidad para teatralizar sus canciones con tiempo para entender su cuerpo, su mirada, su voz, su expresividad. Su puesta en escena única depende más de la constancia profesional que de la improvisación, se debe más a la fuerza de la creación que a la espontaneidad de la intuición de "ser uno mismo". 

Porque no es nada sencillo "ser uno mismo". Para empezar hay que saber lo que quieres ser y lo que no. Quién lo sabe. Incluso "ser uno mismo" se puede malinterpretar con la naturalidad arrojadiza de los que proclaman orgullosos "yo siempre digo la verdad". Y con tal afirmación ya están mintiendo, pues las personas estamos hechas para mentir. Decir todo el rato la verdad sería asfixiante. Mentir a los demás y mentir a nosotros mismos puede ser un sabio ejercicio de salud mental. Porque la mentira bien utilizada es sinónimo de esperanza. Todos necesitamos a alguien que, en un determinado momento, nos asegure que “todo va a salir bien”.

La inteligencia utiliza con lucidez la mentira. También los grandes artistas, que han logrado "ser ellos mismos" porque no se han conformado con su talento en bruto y lo han pulido alimentándolo con la imaginación para posicionarse en el lado más creativo, en el lado más llamativo de la historia. Para no sólo cantar, para sobre todo contar. Contar canciones, y contar en la vida.

Y acaba el programa. Y Raphael busca la cámara hasta quedarse con el protagonismo absoluto del último primer plano de la emisión de Cine de Barrio. Mira a los ojos del público hasta cuando él no ve a nadie. Su mirada a cámara mantiene la trasparente ilusión de la ingenuidad de los inicios, pero con el aliciente de la experiencia que ha aprendido la importancia de la persistencia. Incluso a la hora de saludar y cuidar la teatralización de la camaradería con el resto de la sociedad. Porque sabe que ni siquiera el "sé tú mismo" depende de uno mismo.

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