Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Por qué los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente siguen siendo modernos hoy

Félix Rodríguez de la Fuente en una de sus imágenes más características.
Félix Rodríguez de la Fuente en una de sus imágenes más características.
EFE
Félix Rodríguez de la Fuente en una de sus imágenes más características.

Ya han pasado 50 años desde que se emitió el primer capítulo de El Hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de la Fuente en TVE. Medio siglo, y qué moderna se sigue sintiendo aquella filmación. ¿Por qué? Primero, porque se rodó en 35 milímetros. Las bobinas fotográficas del cine clásico atesoran una poderosa textura visual que, encima, permite ser rehabilitada con el paso del tiempo. Así las bobinas con las que se grabaron los 124 episodios de El Hombre y la Tierra han permitido una rehabilitación exquisita de sus fotogramas. La calidad en la alta definición de hoy mejora la experiencia de visionado de su estreno el 4 de marzo de 1974.

Pero con la imagen no basta, claro. La otra clave de la mirada sin fecha de caducidad de El Hombre y la Tierra está en la autoría, esa que siempre distingue entre tele olvidable y tele que trasciende. Y Félix Rodríguez de la Fuente era El Comunicador. Creaba un lenguaje propio, con el que despertaba la excitación del conocimiento a través de la admiración a la naturaleza y su preocupación por el desarrollo sostenible cuando ni siquiera sabíamos muy bien qué era aquello.

Pero una autoría documentada. Aunque Félix Rodríguez de la Fuente nunca memorizaba o leía sus discursos. Contaba con la fuerza del sabio que entiende lo que está explicando después de horas de estudio y lo narra desde la pasión hecha emoción. 

Así El hombre y la Tierra congregó frente a la televisión a millones espectadores con su habilidad de huir de los documentales que imitan a una conferencia aburrida. Al contrario, Félix Rodríguez de la Fuente innovó utilizando técnicas del cine clásico para que la divulgación enganchara y hacernos más sensibles a la realidad de un mundo que no es el 'humanocentrismo' de los asfaltos que pisamos. A veces, lo hacía con humor. Otras, sin medias tintas. De mostrar el divertido ligoteo entre osos a la águila real cazando una cabra montesa.

Rodríguez de la Fuente armaba el relato con un buen arco narrativo en el que, para empezar, se nos describía a los animales. Por ejemplo, con un primer plano emocional de una simpática cabra que nos daban ganas de achuchar para, después, con música digna de Psicosis, dejarnos boquiabiertos viendo como el águila aparecía detrás de las rocas de la montaña y se cazaba la entrañable cabra con la que habíamos empatizado tanto... La vida misma. El documental creaba estampas para la posteridad audiovisual. Rodríguez de la Fuente comprendió rápido que la tele es contar una historia con un guion bien armado, con sus giros de guion dramáticos y con el impulso de una sugestiva banda sonora de Antón García Abril. Cada acorde nos envolvía de la épica de la fauna. 

El inconformismo del creador permitió que El Hombre y la Tierra hasta se adelantara hasta a artes de las emisiones deportivas. De hecho, se atrevieron a partir la imagen en varias ventanas, como después sería fórmula habitual en el fútbol o en el reality. La multipantalla entonces sonaba a cosa de pelis del futuro, pero esta docuserie la introdujo narrativamente de forma orgánica con el objetivo de sumergirnos mejor en el espectáculo de la naturaleza.

Félix Rodríguez de la Fuente supo fusionar entretenimiento y divulgación. No obstante, estos programas tampoco se han quedado desfasados por otro factor esencial: mostraron realidades universales sin caer en el buenísimo. La tele no se tapaba los ojos para tutelar a la audiencia. Al contrario, se mostró el ciclo vital con su depredadora crudeza. Sí, muchos de los animales eran troquelados para convertirlos en prácticamente actores o sería imposible grabarlos con aquellas cámaras de cine. Sin embargo, la esencia del documental no cae en la condescendencia hacia otras especies. Simplemente se utilizaron técnicas de la cultura audiovisual para poder retratar cómo funciona nuestro planeta y abrirnos a la conciencia ecológica. Lo consiguió. La convicción de Félix Rodríguez de la Fuente nos cambió. Y a él, en cierto sentido, le hizo inmortal. Porque su mirada adelantada nos llevó a sensibilidades que, medio siglo después, todavía muchos ni avistan.

Amplia artículo con sonidos de Félix Rodríguez de la Fuente en formato podcast:

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