El éxito de los podcast de conversación ha ido unido a que llegaron allá donde ni se acercaban los medios tradicionales. Así conectaron con un público que no se sentía reconocido en los programas de siempre y, de repente, encontraba referentes que hablaban su mismo idioma desde unas plataformas en las que, encima, había tiempo para conversar, clave para que surja esa complicidad que permite todo en una grabación.
Los podcast no tuvieron prisa. Los podcast se atrevieron a congregar a personas que eran rechazadas de la tele convencional por desconocidas por la gran audiencia o por otros prejuicios, a pesar de sus talentos.
Sin embargo, los podcast conversacionales están adquiriendo el mismo complejo de la vieja tele. Tras la libertad inicial que empujó el fenómeno, ahora, a menudo, da la sensación de que los grandes podcast de hablar siempre entrevistan a las mismas personas. Es decir, hay personajes de podcast que van a todos los podcast. Y hay hueco para poco más. O estas de 'moda' o te quedarás fuera. Aunque tengas más discurso que las tendencias pasajeras.
El podcast va incorporando los pavores favoritos de los medios tradicionales y va encerrándose en su propio círculo vicioso, formando un micromundo de nombres propios a quemar como manera sencilla de asegurarse un rápido chorretón de visionados. Estas gentes ya están en la pomada, ya son conocidas por el público de este género. Pero las burbujas que avanzan son las que saben pincharse para airearse a tiempo.
Todo lo que nos estamos perdiendo cuando sólo nos escuchamos a nosotros mismos y a los recelos de la búsqueda del éxito. La historia se repite. Aunque las ventanas de emisión cambien, los errores de la comunicación van rimando con el paso de los años, la competitividad creciente y la espontaneidad menguante. Sin embargo, el porvenir de los podcast conversacionales siempre irá unido a no quedarse atascados en las ideas preestablecidas. Porque la buena entrevista no es sólo reconocer, sobre todo es permitirse descubrir.
Comentarios