El cambio de Telecinco empieza a ser visible. Ya no todos los programas parecen hacerse en el mismo decorado. El canal principal de Mediaset intenta consolidar otros formatos fuera del género de la salsa rosa y el choque del reality. Reacción en cadena, Allá tú, Bailando con las estrellas o La mejor generación son buen ejemplo. Sin embargo, este último espectáculo no ha calado entre la audiencia, a pesar de contar con una escenografía vistosa, por luminosa y colorista, y unas cuidadas actuaciones musicales.
Lo mejor de La mejor generación ha sido la calidad de las versiones de grandes canciones interpretadas por artistas como Sole Giménez, Roko o Marta Sánchez y mostradas a través de la televisión por una realización visual impecable, gustosa, icónica e incluso atrevida. Como debe de ser. No obstante, la política de Mediaset de no compartir las actuaciones musicales en redes sociales y plataformas como Youtube frena un boca a boca que anime a conocer un desconocido talent show en ojos de un posible público potencial que no está en Telecinco.
La dinámica del juego ha consistido en revival musical, revival de historias compartidas por unos e intentar que sean descubiertas por otros y, al final, celebración de una década salía victoriosa de la gala presentada por Lara Álvarez que, por primera vez, hemos visto en modo showoman. Hasta se ha arrancado por Raffaella Carrà. Sus himnos transmiten una energía de alegría y complicidad que suele subir el share.
Pero, en cambio, La mejor generación no ha interesado nada al público. ¿Por qué? La respuesta es más sencilla dentro de la complejidad de lograr un éxito en televisión. El éxito depende de muchos factores que van desde la ubicación en la programación hasta el guion. Aunque, en este caso, todo se puede resumir en que no se puede hacer un programa de nostalgia sin imágenes de contexto que te permitan revivir aquello que estás pretendiendo rescatar de la memoria.
A diferencia de su precedente Los mejores años de nuestra vida que emitió TVE, La mejor generación sólo ha sido una sucesión de canciones sin un hilo narrativo que nos abriera nuestros sentimientos enfrentándonos a cómo éramos y cómo somos. A nuestros juegos de la infancia, a nuestra manera de vestir en la adolescencia, a nuestros adelantos tecnológicos que se han quedado ya añojos y, por supuesto, a nuestros artistas: cómo eran antes para poder comparar con la actualización de sus canciones en el plató de ahora.
En esta vicisitud Telecinco no ha cambiado tanto: en el ahorro, pues emitir imágenes de archivo de otras cadenas cuesta dinero. Pero en televisión no puedes lanzarte a la nostalgia sin poder enseñarla. Porque en televisión quedarte a medias es sinónimo de indiferencia.
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