Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'Mañaneros' de TVE: el inteligente reto de intentar ser un magacín diferente

¿Se castiga la diferencia en la tele de hoy? Lo parece, aunque en aquello que distingue es donde se hacen grandes los programas.
Jaime Cantizano, en 'Mañaneros', de La 1.
Jaime Cantizano, en 'Mañaneros', de La 1.
La 1
Jaime Cantizano, en 'Mañaneros', de La 1.

¿Se castiga la diferencia en la tele de hoy? Lo parece, aunque en aquello que distingue es donde se hacen grandes los programas. Sin embargo, la instantánea lucha por la audiencia ha ido homogeneizando los formatos televisivos. En el género del magacín lo vemos constantemente. Las escenografías parecen idénticas, los contenidos se repiten, incluso los colaboradores van de un canal a otro. Da la sensación de que todos los lados emiten lo mismo. Aunque no sea así.

La televisión ha ido perdiendo el atrevimiento que protege la existencia de una pluralidad de autorías creativas. Ahí es donde se hace fuerte Mañaneros con Jaime Cantizano en La 1 de Televisión Española. Siguiendo la estela de aquellos magacines artesanales de los noventa, donde especialmente destacó la mirada de María Teresa Campos, Mañaneros intenta salirse del monolítico patrón actual y aprovecha las posibilidades de los estudios de TVE en Prado del Rey. Lo hace ideando escenografías propias que impulsan la historia que se está tratando y, de esta forma, coge aire la rutina del programa. De hecho, así se siente más vivo en la retina del público.

Mañaneros no necesita crear impacto con carteles de ¡exclusiva!, prefiere construir la complicidad a través de la teatralidad que acompaña. Si van de invitados Los del Río, pues montan una Feria de Abril en la plazoleta que hay frente al plató. Si actúan Varry Brava, se crea una fiesta que aprovecha las posibilidades del decorado con una pantalla led que se abre y que se utiliza narrativamente. Es más que un fondo escénico.

El programa mejora el contenido con escenografías. Prueba, no se queda en el prejuicio de "esto igual el espectador no lo entiende". Porque el espectador lo entiende todo, todo depende de cómo se haga. Y aquí se juega, desde un plató que se ve amplio y hogareño con su toque naranja. Como consecuencia, Mañaneros logra ser algo más que una sucesión de previsibles debates de argumentario político y social. Este magacín pretende temas propios y da protagonismo a historias cotidianas que nos tocan a cada uno de nosotros. En estos días, hasta han recreado desde una entrevista de empleo, desde una cita de Tinder a cenas de empresa. Siempre intentando un retrato social que de herramientas para que su audiencia meta la pata lo menos posible.

En este sentido, Mañaneros brilla aún más cuando tira de la cantera de redacción. Sus redactores funcionan muy bien en pantalla junto a un Jaime Cantizano, cercano y empático. Tocan la realidad de la calle, no son contertulios que se pierden en los delirios de intentar mantenerse bajo los focos. Ahí, en tertulianos, al programa le falta chicha de personas que argumenten más allá del manido tópico. Menos mal que se ha incorporado Lydia Lozano. Ella introduce la alegría de una ingenuidad de vuelta de todo, espontaneidad antítesis de la indiferencia y dinamizadora de lo que toca. También de este magacín, que madura cuando se lanza a la dificultad extra de abrirse a nuevas miradas. Entonces, es único, sólo necesita tiempo para encontrarse y que le encuentren. 

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