OPINIÓN

Las recetas de Julie: así se construye el éxito de la televisión que hace la boca agua

Julie Andie con su característico coche rojo.
Julie Andie con su característico coche rojo.
RTVE
Julie Andie con su característico coche rojo.

La historia se repite, década tras década. La cocina es el trampolín de grandes comunicadores de la televisión europea. Quizá porque mientras la boca se hace agua entre fogones las confidencias también hacen chup chup. La cocina es un lugar de relajación, un templo para el encuentro distendido, con su calor, con su olor, con el apetito de la ilusión de prepararse para comer algo rico.

Elena Santonja, Karlos Arguiñano, Julie Andrie... su popularidad no depende de grabar discos o protagonizar películas. Su arte es acompañarnos con la complicidad que, encima, descubre recetas para sobrevivir con más sentido del gusto.

Julie Andie incluso ha traspasado las fronteras de su país gracias a que su formato es muy exportable que otros, pues entremezcla la ensoñación de viajar con la divulgación de recetas. Su espacio se parece más a un luminoso documental que a un programa. Ella recorre Francia con su característico Peugeot 304 rojo, enseñando verdes parajes y gorroneando a todo aquel que se encuentra en el camino con una buena huerta, una buena granja o una buena cocina. O las tres cosas juntas. 

Julie conquista al personal. Porque es elegantemente dulce y, a la vez, atesora un punto mordaz que despierta la implicación traviesa del espectador. El otro día asistió entusiasta a cómo guisaban a un conejo bien jugosito y, sin embargo, su rostro no fue capaz de disimular que jamás se comería tal guiso por el exceso de mantequilla que estaba metiendo la señora propietaria de la excelente receta.

Pero hasta la cara de asco de Julie es simpática, es entrañable. Tanto que cuando Julie acude a una granja con simpáticos patitos y nos explica que serán sacrificados al "alcanzar la madurez al cabo de 16 semanas", lo verbaliza tan bonito que pasamos del pequeño patito que vemos en pantalla y elegimos sin titubear el foie fras. Así somos. De hecho, el propio programa hace una bonita transición del patito feliz correteando por la pradera y de su futuro hecho entremés.

Cómo han cambiado los programas de cocina que importamos. Ya no basta con una receta de andar por casa, ahora nos invitan a soñar con lugares idílicos. Mejor si es sintiendo que vamos a tener la tripa llena. Aunque intuyamos que el 70 por ciento de los platos la presentadora no se los come. Sólo hay que ver la cara que pone cuando el relleno del conejo sufre sobredosis de lingotes de mantequilla.

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