Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La campechanía de José Luis Ábalos, un error tras otro de comunicación

José Luis Ábalos, entrevistado por Risto Mejide en 'Todo es mentira'.
José Luis Ábalos, entrevistado por Risto Mejide en 'Todo es mentira'.
José Luis Ábalos, entrevistado por Risto Mejide en 'Todo es mentira'.
José Luis Ábalos, entrevistado por Risto Mejide en 'Todo es mentira'.
MEDIASET

José Luis Ábalos emocionándose con Risto Mejide. José Luis Ábalos solucionando problemas caseros con su móvil frente a un atónito Carlos Alsina. José Luis Ábalos en un atril del Congreso de los Diputados quejándose de no tener secretaria como errática manera de intentar despertar empatías... En la última semana, José Luis Ábalos ha pretendido la redención pública acudiendo a una particular campechanía retransmitida como arma mediática desesperada. La exposición del ex ministro en diversos estudios de radio y televisión ha sido su forma de intentar redimirse de su vinculación al caso Koldo.

Pero quién dijo que ser campechano fuera fácil. El tinte humano que ha buscado transmitir en las entrevistas ha delatado más la picaresca nacional que la trasparencia del gestor. Por momentos, parecía un pasaje de un remake de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Por momentos, remitía a una regulera parodia del cine de Luis García Berlanga. Por momentos, hasta daba la sensación de un revival del Telecinco de Jesús Gil. Al menos, esta vez sin jacuzzi.

En sus apariciones, Ábalos intenta resguardar su honorabilidad con todo su derecho, claro. Sin embargo, más allá de las contradicciones en sus afirmaciones, su comunicación no verbal contagia una camaradería de marisquería que despierta en el espectador desconfianza. 

Su actitud acusa más que defiende, pues termina transmitiendo la imagen de su política como camarilla de amigotes, donde las relaciones se tejen más por el nepotismo de la ambición que por la honestidad de la capacidad de gestión. Lo demuestran incluso en la naturalizada codicia de la elección de los lugares de reunión, entre vino y crustáceos.

Y eso no debería ser la política. Así sólo se provoca una desafección social con las instituciones públicas. Así sólo surge la peligrosa imagen del quejido del "todos son iguales". Entonces, basta con ver la posición corporal de Ábalos en el chester de Risto Mejide. Postura, algo repanchingada, que quizá él siente como expresión de llaneza, aunque remite más al ego excitado por la avaricia que te hizo creer que te sabías comer el mundo mientras te estabas empachando a bogavantes.   

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