Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La final de 'OT 2023' detrás de las cámaras: la emoción que no se vio por la tele

El desenlace de Operación Triunfo 2023 vivido desde dentro del plató
Los finales de OT 2023, Paul, Ruslana o Naiara.
Los finalistas de OT 2023, Naiara, Paul Thin y Ruslana
Jose Irún
Los finales de OT 2023, Paul, Ruslana o Naiara.

Operación Triunfo se realiza desde 2017 en un plató a la sombra del viejo hospital del Tórax de Terrassa. Imponente mole de hormigón, con sus ventanas a ninguna parte. Junto a su vaciada capilla, que protagonizó hasta alguna especulación paranormal de programas de fantasmas, está el gran estudio de las galas. Entramos por una puerta lateral. Entre cables y andamios, aparece Noemí Galera, directora de la academia y, sobre todo, trabajadora del oficio de la tele. Se nota, pues su actitud no cambia demasiado cuando los focos están por encenderse. Es Noe, delante de cámara. Es Noe, detrás de cámara.

Pregunto a Noemí sobre el aprendizaje que dejan los concursantes de OT 2023 frente a otras ediciones anteriores del talent show. “Son mucho más abiertos de mente que cualquier otra generación, más naturales, no tienen miedo a mostrar sus sentimientos. Piensan que ser uno mismo es lo mejor que hay. Muy preparados académicamente, muy poco preparados de la vida normal. Es decir, son un desastre en lo que es la convivencia del día a día de poner una lavadora, arreglarme la ropa… Eso es un cero”, sonríe Noemí. Hay cosas que no cambian en la resaca de la edad del pavo, está claro. Por suerte, ahora contamos con más referentes y sensibilidades para aceptarnos mejor cómo somos mientras acumulamos ropa sucia en el cuarto de la plancha. Incluso ya sabemos que es saludable compartir nuestras dudas sin sentirnos que nos sentenciarán y nos hará de menos. Temores que viendo este programa ya resuenan a otra época bien pasada, pero que oprimían hace nada.

Por una pindia escalera, entramos al decorado. Ya están los fans nerviosos cogiendo sitio VIP en los fosos. El animador del público calienta la escena de la final. Se trata de Mateo Vergara, un artista que explica con la gracia de la buena vedette las cansinas instrucciones para que un programa no se transforme en un caos. “La tele es como el amor, no es lo mismo ver que hacer”. Vergara suelta esta frase lista para estampar en camisetas. Así avisa al público que toca vivir el espectáculo con más pasión que en el sofá de su casa.

Aunque el termómetro de entusiasmo de los asistentes ya mide con claridad el fenómeno de esta edición de Operación Triunfo. El fervor de los fans contagia una todopoderosa implicación con los participantes que retrata la fuerza con la que los jóvenes vuelven a la tele cuando se sienten reflejados. Y con este casting se han sentido tan identificados que han creado un fuerte vínculo. OT 2023 desde Prime Video ha sido su Sensación de Vivir en formato reality que no olvidarán.

En la pastilla central de la pasarela, se prepara Chenoa para volver a cantar aquel Last Dance que hizo brillar en OT1. Se coloca en la misma posición de antaño. Sola en el centro del estudio. El cronómetro de comienzo de emisión se va acercando al cero. El rugido de la expectación del plató se va mutando en silencio. Chenoa se santigua. Suena la sintonía. Y la emoción empieza a respirarse de otra manera desde la grada. Chenoa se está reencontrando consigo misma 22 años después. Y nosotros nos reencontramos, también, cada uno a su manera.

Hemos ido aprendiendo que ser raro es atesorar la virtud de la singularidad".  

La final acaba de comenzar. El público no para de suspirar. Muchos juntas sus dos manos para dibujar un corazón que intentan que vean Naiara, Lucas, Martin, Ruslana, Juanjo y Paul Thin, que se sintió el chico raro con el que nadie quería jugar en el recreo y que, al final, se ha percatado de que aquello que no todos entienden puede ser aquello que nos hace únicos. Y así se ha instalado entre los tres finalistas, junto a Naiara y Ruslana, adelantando a la carpeta de Juanjo y Martin que ahora empezarán a descubrir la complejidad fuera de las burbujas protectoras de la academia. Juanjo, de hecho, estuvo en su actuación rodeado de danzarinas burbujas de látex. Eran los bailarines envueltos. Uno de ellos, Pol (le recordarán por SloMo de Chanel), tuvo que ser rescatado del claustrofóbico plástico al quedarse tirado en el suelo cuando la canción terminó. Es lo que tienen las burbujas, te pueden desconectar de la realidad hasta perder el equilibrio. 

Entre tanto, Lucas vivió su momento Sorpresa, sorpresa con la aparición inesperada de sus padres. Instante ñoño de la noche. Omar se puso a repartir clínex para que se limpiaran las lágrimas sus compañeros juntos, de nuevo, en esos impolutos sofás blancos que les han acompañado en los directos. Allí, todos bailaron a tope la actuación de Lola Índigo. El público la vitoreó un rato como Lola y otro rato como Mimi. A veces, nos cuesta ponernos de acuerdo. Lola Índigo levantó al personal. No sólo cantó, sobre todo interpretó. Y, al ritmo de su ‘El tonto que me dejaste’, de paso nos recordó que ser un primer expulsado de un concurso no quiere decir demasiado. A menudo, de hecho, acabar en carreteras secundarias te permite chutes de libertad para probar, jugar, inventarte y hasta relativizarse. Lola Índigo lo ha hecho. Lo seguirá haciendo.

En este sentido, o por esta carretera, Buika regaló la frase para subrayar de la noche: "No he sentido pena ni un segundo por ninguno de vosotros. Porque en esta profesión lo más complicado es ser escuchado, vosotros habéis tenido un altavoz, un foco gigante encima, que sería impagable. Tú vas a tener un camino duro, Paul, ¿sabes por qué? Porque eres un cabezota. Porque va a ser un camino libre. La libertad es el mejor de los estados, pero también es el más difícil”. Ay, la libertad. 

Los tres finalistas, Naiara, Paul Thin y Ruslana, quizá han sido de los más difíciles en el sentido interesante de la palabra: la que llaman choni, el que no elegían sus compañeros de clase en gimnasia y la que señalan como quejica. Finalmente, no hubo excesiva sorpresa. Ganó Naiara, a la vez que un señor acercaba un micrófono a un cañón de confeti para que se escuchara bien en casa la explosión de alegría en formato de tormenta de mini papelillos de colores. Que Naiara se llevaba los 100.000 euros de premio ya lo intuíamos. Aunque, sobre todo, ha vuelto a triunfar lo más genuino: conectar con personas que transmiten verdad, personas que sentimos que son como nosotros. Ese siempre ha sido el ADN de Operación Triunfo. Un programa que, además, se ha ido percatando de que ser raro es atesorar la virtud de la singularidad.

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