Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El duelo de Friends, cuando la amistad se sale del guion

Los abrazos de sus personajes de Friends han traspasado la interpretación para siempre.
Elenco de Friends
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NBC
Elenco de Friends

Con Friends aprendimos que la ironía nos salva. O, al menos, ayuda a que los sobresaltos de la vida sean más llevaderos. Y Matthew Perry habitaba el sarcasmo como pocos. Lo lanzaba en el momento preciso y en el tono adecuado para salir ileso.

Con Friends, también, nos quedó claro que la comedia sin emoción no existe. Lo vimos en las tramas de la serie. Y lo sentimos ahora que la pandilla ha perdido a la persona que logró que Chandler fuera Chandler.

En un momento de impaciencia colectiva en el que en las redes sociales no se sabe muy bien qué se hace para que se vea que lo hemos hecho y qué hacemos porque lo sentimos, los actores de Friends han conseguido abrazar el silencio. Tan descriptivo, tan congregador. 

Han esperado a estar preparados para compartir sus emociones, cuando ya empezaban a estar mejor procesadas y meditadas. Entonces, han desahogado sus emociones con un público que los siente suyos. Y será así para siempre. El primero, Matt LeBlanc (Joey): "supongo que te quedarás con los 20 dólares que me debes”, bromeó en su despedida a Matthew. Después Courteney Cox (Mónica), Jennifer Aniston (Rachel) y David Schwimmer (Ross): “Matty, gracias por diez increíbles años de risas y creatividad". Qué dos palabras tan importantes, dos palabras que no pueden ir separadas: risas y creatividad, creatividad y risas.

Por último, Lisa Kudrow (Phoebe): "Gracias por tu corazón abierto en una relación a seis bandas que requería compromiso. Y mucho hablar". Y toca seguir hablando, pues en un duelo es vital conversar. Y ser escuchado. Ellos lo han hecho recordando fotos icónicas de los episodios, que ya son historia en mayúsculas de la ficción. También alguna que otra escena, donde se ve la complicidad de unos actores que durante diez años de rodaje consiguieron hacer honor al nombre de la serie.

Porque el éxito de Friends es fruto de unos maravillosos guiones impulsados por la química entre unos actores. La química más allá de cuando los focos se apagan y termina el rodaje de la serie. Hicieron piña, priorizaron equipo a egos. Incluso a la hora de renegociar sus cachés. Todos querían la igualdad de condiciones de la pandilla que eran.

Los abrazos de sus personajes traspasaron la interpretación. Así el artificio de los decorados de cartón-piedra de la sitcom fue llenado por unas personas haciendo la mejor comedia: el surrealismo que nace de las emociones que todos compartimos, las emociones que todos sentimos a diario aunque no se puedan ver ni tocar.

Pero en la época de la inmediatez parece que se nos olvida que hasta el diálogo más anecdótico hay que dotarlo de humanidad. Por eso mismo, cuesta repetir el fenómeno de Friends con una nueva sitcom. Abrumados con tantos impactos, la impaciencia nos hace priorizar el aplauso viral del frentista zasca de usar y tirar que arrasa con la sonrisa cómplice, que relativiza con inteligencia las idas y venidas de la vida. Sonrisa que entendimos tan bien al escuchar a Matthew Perry decir "Hola, soy Chandler, hago bromas cuando estoy incómodo".

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