Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El día que el conocimiento dejó de importar en las tertulias de la tele

"Me gusta mucho hablar de lo que no sé".
Pelayo Díaz, contertulio que reivindicó en la presentación de 'D Corazón' sobre opinar de temas que desconoce.
Pelayo Díaz, contertulio que reivindicó el gusto de opinar de temas que desconoce en la presentación de 'D Corazón'. Al menos, es sincero.
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Pelayo Díaz, contertulio que reivindicó en la presentación de 'D Corazón' sobre opinar de temas que desconoce.

Qué tiempos aquellos en los que las tertulias contaban con expertos en la materia que estaban abordando. Ahora parece que da igual. "Me gusta mucho hablar de lo que no sé", fardaba un fichaje estelar de un programa de habladurías. Ya la ignorancia no se oculta, pues tampoco se castiga.

La televisión se ha ido transformando en un coloquio constante donde lo que menos importa es el conocimiento. Es más fácil contar con mercenarios de la opinión que siempre van a adaptarse allá dónde los posicionamientos del programa demanden, según la trama del día. Lo esencial es que exista cierto conflicto, lo de menos es aportar ideas.

Encima los mismos contertulios van saltando de un espectáculo a otro. Su valor para estar ahí es que sean reconocibles para el espectador. Se prima el índice de popularidad a la sorpresa de interés que pueda generar su argumentación. Nos vamos olvidando de que la televisión no sólo es reconocer, sobre todo es descubrir.

Como consecuencia, todos los programas parecen intercambiables entre sí y el debate público se ha ido devaluando hasta la previsibilidad. Es altamente sencillo prever qué va a opinar cada quien. Todo parece ya visto. Porque los soldados del argumentario suelen acudir al lugar común que nos deja atascados como sociedad. 

Error, el éxito del espectáculo de la palabra siempre va unido a la capacidad de inspirar perspectivas que ni siquiera nos habíamos planteado. El 'colaborador' perfecto no es el que su nivel de vida depende de la tertulia y acaba encajándose en moldes de la agenda mediática para no perder su puesto en platós. El mejor contertulio es aquel que aparece en el debate de manera colateral, ya que cuenta con otro oficio prioritario que curte su reflexión y le otorga una mirada experta hacia el mundo, ya sea un investigador, un médico o un psicólogo, ya sea un profesor, un filósofo, un cómico o un periodista. Ahí está la diferencia, entre los soldados del conflicto que se memorizan cuatro datos de la Wikipedia para soltarlos en directo o los oficios de la cotidianidad que no necesitan perpetuarse en el coloquio de la tele como modo de éxito. 

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