Desde la tribuna de oradores del Congreso se ha dicho muchas veces "feminismo" este año. Desde las tribunas de los parlamentos autonómicos, desde las juntas municipales. "Feminismo" se ha dicho en las reuniones navideñas y otras fiestas de guardar. Lo han entendido en el marketing con la soltura suficiente como para estrenar Capitana Marvel un 8-M (y usarlo como reclamo).
¿Y esto es bueno en sí? Es síntoma. Síntoma porque hay un #cuéntalo impulsado por la escritora Cristina Fallarás. Síntoma porque las mujeres, y muchos hombres, salen a la calle ante sentencias machistas como la de La Manada. Síntoma de cambio, certeza de que es imparable.
Se ha dicho muchas veces "feminismo" en el Congreso. Para ponerle apellidos o etiquetas, por ejemplo. A mí me ocurre como a la poeta Sonia San Román, que las etiquetas me molestan hasta en la ropa.
Si hay mujeres feministas en otros partidos, bienvenidas a la causa: todas llegamos en algún momento, ninguna nació feminista. Eso sí, recuerden que defender los derechos de las mujeres es incompatible con el 135, con las dos reformas laborales que nos precarizan, con unas pensiones de vergüenza que colocan en riesgo de exclusión especialmente a las mujeres, y con la privatización de los servicios públicos, porque de nuevo recae sobre nosotras el cuidado. Incompatible con los deshaucios.
Y que los derechos o son para todas o no son derechos, por lo que queremos cerrar los CIE y modificar la ley de extranjería. Y queremos aborto seguro, libre y gratuito, y no solo en Argentina.
Sea o no sea cuarta ola, bienvenidas todas al feminismo si es para defender la ciudadanía de pleno derecho de todas las personas, la radical (de raíz) igualdad.
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