RAFAEL MATESANZ. DIRECTOR DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL DE TRASPLANTES
OPINIÓN

¿Se pueden trasplantar úteros?

Rafael Matesanz
Rafael Matesanz
JORGE PARÍS
Rafael Matesanz

Una de cada 5.000 mujeres nace sin útero, aunque con ovarios, morfología y perfiles hormonales femeninos normales. Esta anomalía congénita, denominada síndrome de Rokitansky, conlleva obviamente la imposibilidad de quedarse embarazada, y lo mismo pasa con otras enfermedades que conducen a la extirpación del útero en edad fértil. O al menos eso ocurría hasta ahora.

Siguiendo la filosofía de que a grandes males grandes remedios y que, si no se demuestra lo contrario, casi cualquier órgano puede ser trasplantado, los intentos de trasplantar un útero datan del año 2000 y de un país que no destaca precisamente por su tendencia a la innovación: Arabia Saudí. El trasplante realizado con un útero extirpado por motivos médicos a otra mujer acabó en trombosis y extirpación del órgano trasplantado. Un segundo intento con útero de donante fallecida, realizado en Turquía, finalizó en aborto a las pocas semanas de gestación.

La perspectiva cambió cuando entró en acción el ginecólogo sueco Mats Brannström, que decide trasplantar úteros de donantes vivas, habitualmente las madres de las pacientes o amigas de las mismas. Para minimizar el riesgo de que un fallo inicial diera al traste con el programa experimental, en lugar de hacer un solo caso trasplantaron a nueve mujeres. Con ello consiguieron que pese a tener que extirpar dos de los úteros trasplantados, finalmente en 2014 naciera el primer niño (al que después siguieron al menos otros tres más también en Suecia) por este complejo procedimiento que, como es lógico, se complementa con técnicas de reproducción asistida. Otro trasplante hecho en EEUU este mismo año acabó también en trombosis y extirpación del útero trasplantado, lo que muestra que no es técnica sencilla.

Pero se plantean varios problemas y no pequeños. La receptora tiene que ser sometida a la intervención quirúrgica del trasplante (como vimos difícil), a la que se suma la extirpación del órgano al finalizar el embarazo (pues de otra forma habría que seguir indefinidamente con el tratamiento antirrechazo) y casi siempre la cesárea. A ello se añade el tratamiento con inmunosupresores para combatir el rechazo, mantenido durante años puesto que hay que esperar bastante tiempo tras el trasplante, y después conseguir que la reproducción asistida funcione. Estos medicamentos conllevan efectos tóxicos justificados en los casos de órganos vitales pero muy discutibles cuando el objetivo es la gestación de un bebé que también se puede ver afectado por estos fármacos y las demás circunstancias asociadas al trasplante.

Como se ve, es un tema complejo, cuyas dificultades además de técnicas son de índole ética y práctica al conllevar riesgos difícilmente justificables en ausencia de una enfermedad grave tratable mediante el trasplante. Sobre todo cuando desde el punto de vista médico existen alternativas como la gestación subrogada, bastante más sencilla aunque no esté aún regulada en nuestro país (por no hablar de la adopción).

Se trata, no obstante, de un asunto delicado que levanta grandes pasiones. Aunque en España no se ha planteado oficialmente en ningún momento, las meras declaraciones de que podría llevarse a cabo por parte de un cirujano español miembro del equipo sueco que llevó a cabo los trasplantes motivó un aluvión de consultas para someterse a este tratamiento. Igual que ocurre con otros trasplantes experimentales como los de cara o brazos, caso de producirse la solicitud a la ONT de un caso concreto, tendría que venir avalada por la comunidad donde se fuera a realizar, siempre en un hospital con gran experiencia trasplantadora (y por tanto, público) y después ser evaluada por una comisión en la que participan expertos de todas las comunidades. Con ello se logran las máximas garantías para los pacientes y la máxima transparencia del proceso. En este caso, sin duda habría mucho que discutir.

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