La confesión de Fèlix Millet y de Jordi Montull vinculando directamente a Convergència con el cobro de comisiones ilegales vinculadas al Caso Palau, que por cierto cada día van subiendo y ya rondan el 4%, es una bomba en la línea de flotación de la antigua CDC: la de Jordi Pujol y Artur Mas.
No en vano, Convergència tiene a tres extesoreros vinculados a casos de corrupción: al difunto Carles Torrent y a Daniel Osàcar en el Caso Palau y a Andreu Viloca en el Caso del 3% también de presunta financiación irregular de CDC. Todos ellos tenían la plena confianza de Artur Mas y por tanto es a Mas a quien se le reclama la máxima responsabilidad.
El mismo Artur Mas que inició el viraje de la coalición nacionalista, ¿recuerdan a CiU?, hacia la Convergència soberanista hasta llegar al JxSí independentista. Y ahora ve cómo la nueva CDC, el PDeCAT, mira hacia otro lado al ver a quien fuera su president salpicado por el Caso Palau, y cómo Carles Puigdemont se apresuró a desvincular "a su Govern" de los casos de corrupción.
A todo ello hemos de sumarle que Cataluña vive en precampaña electoral continua, con previsión de comicios en otoño, y que nos encontramos ante una ERC desbocada y dispuesta a alcanzar la Generalitat y un PDeCAT cada vez más debilitado dentro del Govern y de JxSí y sin líder para competir.
Así el independentismo queda dividido en 3 (ERC, PDeCAT y CUP) y las divisiones no suman en política, menos aún si la sombra de la corrupción persigue a uno de los protagonistas del independentismo.
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