Los índices de natalidad siguen cayendo y nada ni nadie parece dispuesto a invertir esa tendencia. Un 6% descendió el número de nacimientos en el 2018 y desde el 2016 hay más muertes que partos. El envejecimiento de la población es una rémora lenta pero inexorable para la economía. Una enfermedad social de difícil conjura que solo admite dos recetas: o medidas contundentes que favorezcan la natalidad o el fomento de la inmigración familiar. Sea como fuere, España necesita más niños.
OPINIÓN11.12.2018 - 18:28h
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