El mundo financiero se ha dividido en dos bloques. Como si de una guerra mundial se estuviese librando. Aunque viendo a China y Estados Unidos como juegan al ratón y al gato en su particular disputa, bien parece que estamos en un conflicto. Los expertos y organismos dicen una cosa y otra. Que si recesión, unos; que si desaceleración otros.

Es obvio que la economía mundial escaló el puerto de categoría especial y no hay recorrido para más. Ahora, toca bajarlo de la mejor manera. Tomando todas las cautelas, pero sabiendo que no queda otra que afrontar ese descenso.

Mientras los analistas se ponen en el peor escenario, los organismos admiten la desaceleración, pero no pasan por pronunciar la palabra recesión. Con este escenario nos encontramos a los bancos centrales intentando capear el temporal de la forma más sencilla: tirando balones fuera.

El Banco Central Europeo se agarra a ‘japonizar’ la economía del Viejo Continente y la Fed se da por satisfecha por contentar las impertinencias de Donald Trump, que mueve a su antojo la política monetaria del país norteamericano.

Mientras, las potencias empiezan a mirarse en el espejo de 2008. ¿Qué hacer ahora? Alemania, economía que tira del carro, está a un pelo de entrar en recesión técnica. Leer esto siempre asusta, pero que no cunda el pánico: tienen herramientas, mecanismos y políticas más que suficientes para poder solventar la papeleta.

Lo mismo pasa en Estados Unidos. Trump parece haber obrado el milagro y obtener una economía que nunca para de crecer, pero debería sopesar si es necesario darle antibiótico a una persona que está sana.

Otro gallo cantará si el fantasma de la crisis financiera vuelve a visitarnos. Tampoco sufran. De momento, España es el mejor país en datos macro de la zona euro. Y tiene pinta de que así lo va a ser, por mucho que ciertos partidos se empeñen a contaminar las cifras. Pero que el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, tampoco tire las campanas al vuelo, los datos de empleo muestran debilidades y las nuevas elecciones pueden añadir ese puntito de incertidumbre que desembocaría en un susto grande.

El año 2008 está ahí y nunca está de más prepararse por si empezamos a verle las orejas al lobo.