OPINIÓN

Adiós, año cruel

Una anciana espera en las inmediaciones del Centro de Salud Doctor Tamames, en la zona básica de salud de Doctor Mamames, en Coslada.
Una anciana espera delante de un centro de salud. 
Marta Fernández Jara - EP - Archivo
Una anciana espera en las inmediaciones del Centro de Salud Doctor Tamames, en la zona básica de salud de Doctor Mamames, en Coslada.

Quienes tienen la edad suficiente recordarán cuando siendo niños sus abuelos les hablaban de la guerra, del dolor, de las bombas que caían a su alrededor, del ruido de los disparos. O cuando les contaban las penurias de los años del hambre, de las enfermedades que sufrieron, de la represión y del miedo.

Quizá dentro de un tiempo, cuando lleguemos a la edad de ser abuelos, también nosotros contemos a nuestros nietos cómo fue aquel desgraciado 2020. No ha habido bombas ni disparos, pero sí hemos vivido atemorizados por una enfermedad nueva y devastadora que ha provocado la muerte de cientos de miles de personas en todo el mundo y el sufrimiento de varios millones más. Y, por desgracia, aún no podemos hablar de ese mal en pasado, porque el virus sigue circulando a gran velocidad y contagiando a seres humanos de todos los países y de todas las condiciones.

"Hemos aprendido que, incluso las cosas más normales, pueden perderse de un minuto para el siguiente"

Era difícil imaginar algo así. Es ese tipo de situaciones que nos hacen pensar que, quizá, no hemos sabido apreciar lo que teníamos antes de que llegara esta desgracia. Que, quizá, éramos más felices de lo que creíamos. Ahora recordamos lo maravilloso que era no tener miedo al contagio, no ir con mascarilla en la cara, besar o no asustarse cuando te cruzabas con otras personas. Y nos parecía normal. Habíamos perdido, como sociedad, la capacidad de disfrutar de las cosas más sencillas porque las creíamos obvias. Ni siquiera considerábamos que fueran un derecho que nos habíamos ganado, sino algo tan natural como que amanezca cada mañana.

Ahora sabemos que no es así. Hemos aprendido que, incluso las cosas más normales, esas que damos por seguras, pueden perderse de un minuto para el siguiente. Hemos tenido la terrible experiencia de estar retenidos en casa para no juntarnos con nadie más que con nuestra familia. De repente, el resto de la humanidad era una amenaza para cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros éramos una amenaza para los demás.

"Todo lo que ha ido a peor debería a partir de ahora ir a mejor"

Que este odioso 2020 termine no nos va a devolver la normalidad que añoramos. Pero es un símbolo de esperanza, porque el año que nos trajo la pandemia se aleja dejándonos el que puede ser el remedio para tanto mal. La vacuna ha llegado. No resolverá nuestros problemas en cuestión de minutos, sino de meses. Pero todo lo que ha ido a peor debería a partir de ahora ir a mejor. Las curvas de contagios –que nos han amargado la vida más aún que la agobiante prima de riesgo durante la crisis financiera– deberían empezar a bajar a partir de febrero, una vez que pase el efecto pernicioso de las fiestas navideñas y cuando ya haya varios cientos de miles de españoles vacunados, y millones de personas más en todo el mundo. La pesadilla no ha terminado, pero empieza a terminar. Adiós, año cruel.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento