Desde 1967, una ley de información y transparencia (’Freedom of Information Act’) permite a cualquier ciudadano de Estados Unidos solicitar que se hagan públicos documentos federales internos de interés público manifiesto.

De este modo ha conseguido el ‘Washington Post’ los más de tres mil correos electrónicos que Anthony Fauci recibió y envió entre enero y junio de 2020. Los email muestran las dudas, contradicciones y certezas del gestor estadounidense de la pandemia, muy similares a las de quienes lidiar con el coronavirus en el resto del mundo.

Este ejercicio de transparencia, tergiversado en las redes sociales con versiones falseadas, da mucha envidia. En España no hubo manera de saber los nombres de los ‘expertos’ a cuya autoridad se remitía el Gobierno. A la vez, la opinión de expertos con nombre y apellidos, como el científico aragonés José Luis Jiménez, era ignorada, pese a que su alerta era vital para nuestro país, séptimo de la Unión Europea en exceso de muertes a causa del virus.

Resulta que cuando nos recomendaban lavar las superficies, Jiménez y otros 35 expertos internacionales alertaban a la OMS y a las autoridades de la cosa no iba por ahí, de que el virus se transmitía por el aire, que permanecía en espacios cerrados, flotando como el humo, el tiempo suficiente para convertirlos en una trampa.

Con un retraso lamentable, debido a la cerrazón y a la soberbia, la razón se impuso. Pero Fernando Simón no ha tenido tiempo de recibir a José Luis Jiménez. Aún está a tiempo de corregir ese error.