¿Conocen el concepto de la ‘poor door’ o ‘puerta de pobre’? Es esa segunda puerta trasera en edificios señoriales que solo usa el servicio porque la principal es para los ricos propietarios. Pues como las hombreras, han vuelto. 

En muchos edificios de lujo de nueva construcción se exige que algunas viviendas sean de protección oficial para gente no pudiente en un ejercicio de integración social, pero la realidad es que acceden por otra entrada, esa puerta de pobres, y no pueden usar la mayoría de las instalaciones, en un ejercicio de desintegración real. Esas trampas del sistema que se crean para cumplir la normativa, hechos que se retuercen, como las cifras, hasta que dan el resultado que tú quieres, crear guetos dentro de los guetos.

A la ley de la vivienda le pasa un poco lo mismo, tiene esa buena intención sobre el papel pero, aunque retuerza las palabras diciendo cohousing en vez de piso compartido porque no puedes pagar un alquiler o comprar, no salen los resultados.

En los últimos días he leído que la demanda de jets privados y las matriculaciones de barcos han crecido considerablemente. Que los 10 hombres más ricos duplican su patrimonio mientras los ingresos del 99% restante bajan por la Covid. Que el 1% de España concentra la cuarta parte de la riqueza o que los beneficios de las 24 petroleras más importantes superan el PIB de países como Hungría. Mientras, aumenta la inflación, que, como dice Piketty, es un impuesto para los pobres. Suben las comisiones de bancos, la alimentación y la energía.

La revolución francesa hablaba de libertad, igualdad y fraternidad. Tres conceptos que hoy día también se retuercen hasta conseguir los resultados, electorales me refiero.