Casi que nos habíamos acostumbrado a ella. Algo que solo habíamos visto en los hospitales, en algunos países asiáticos por la contaminación… pero nunca en nuestro día a día. Las mascarillas se convirtieron en una parte más de nuestra rutina.

Junto a las vacunas contra la Covid-19, las mascarillas fueron nuestras otras grandes aliadas para frenar a la pandemia. Un elemento que se antojó imprescindible para controlar el contagio imparable, sin entender de fronteras, que teníamos durante más de la mitad del año 2020. Unas mascarillas a las que los gobiernos tuvieron que poner un precio de venta máximo, ya que una vez más la mano invisible del capitalismo brilló por su ausencia. La mano invisible del capitalismo se volvió mano rapaz de algunos empresarios y nobles ilustres de nuestro país. Unos bribones de bandera en pulserita y dinero fuera de España.

La mano invisible del capitalismo se volvió mano rapaz de algunos empresarios 

Por suerte, este país tiene más vergüenza y solidaridad que títulos nobiliarios. Fueron muchas las personas que durante semanas ayudaron desde sus casas fabricando mascarillas rudimentarias para poder ayudar a cubrir la inmensa demanda que teníamos en nuestro país. Personas a las que siempre estaremos eternamente agradecidas.

Poco a poco, hemos ido doblando el brazo al virus. Hemos ido relajando algunas de las medidas que nos dotamos en momentos más complicados de la pandemia para poder frenar su avance. Una de ellas ya fue la de retirar la mascarilla en el exterior. Siguiendo el consejo de los técnicos en la materia, la mascarilla en interiores se ha mantenido obligatoria durante esta Semana Santa. Algo lógico y sensato. Como también lo es que España dé un paso más en la desescalada de restricciones frente a la Covid.

Hemos demostrado ser una sociedad seria y comprometida frente a este virus. La retirada de las mascarillas en interiores es un paso más en esa desescalada. No obstante, no podemos dejar de estar alerta pues seguimos enfrentándonos al virus, aunque ya parece más debilitado. Seguimos luchando, pero venciendo al virus. Ya queda menos.