Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Laura Pausini, una pequeña gran revolución para Eurovisión

Laura Pausini
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GTRES
Laura Pausini

Italia es una de las grandes escuelas del espectáculo televisivo a lo grande. A veces, muy a lo grande. Y la RAI parece venir decidida a incorporar su impronta a Eurovisión. La escenografía ya se ha atrevido con las cascadas de agua. Eso ya es una declaración de intenciones. 

Al eurofestival le viene bien un aire mediterráneo para humanizar la perfección de las cadenas de televisión nórdicas, que han hecho a este programa muy suyo. De hecho, Eurovisión necesita reinventar también la función de los presentadores. Mientras que la competición musical ha evolucionado a la par de las narrativas audiovisuales, las tareas de los comunicadores que llevan las riendas del show siguen muy encorsetadas. Se enfundan en vestidos de gala y recitan rígidamente el guion. No hay margen para el error, pero tampoco para la espontaneidad que es la corriente alterna de la empatía en pantalla.

Italia rompe con esta tendencia eligiendo a Laura Pausini como una de las maestras de ceremonias de Eurovisión 2022. A priori, puede dar la sensación de que su principal valor está en ser una cantante que, además, es reconocida en el ámbito internacional. Pero, a la vez, su principal virtud es que es heredera del carácter telegénico de Raffaella Carrà. Pausini está en un punto de madurez que otorga siempre a sus apariciones televisivas esa honesta verdad que nos enseñó Carrà con su naturalidad para afrontar cualquier situación y su habilidad para atreverse con ese humor negro que quita intensidad al cartón-piedra de la tele. 

Como Raffaella, Pausini pinta que no va a ir de presentadora: va a ir de cómplice. Es habitual en ella: su actitud en escena es responsable y, al mismo tiempo, pícara. No le va a imponer Eurovisión, Pausini atenúa cualquier trascendencia con la sonrisa de la sensatez. Lo demuestra cuando se ríe con las preguntas impertinentes de la prensa rosa, también cuando se sienta en las butacas de La Voz. Entonces, se implica en su trabajo y con los participantes, pero no vendiéndoles frases hechas vacías y engatusándolos con una fama de mentira. Pausini razona, presta sus oídos, terrenaliza los delirios que provocan los focos.

Cualidades que van a venir genial a Eurovisión. Porque Eurovisión brilla más cuando no se teme lo que representa. La presión de un acontecimiento tan masivo puede nublar a los artistas. Sucede a menudo, menos con los que suelen ganar. Al final, si aceptamos un ilusionante proyecto hay que intentar que las expectativas no te impidan disfrutarlo. El éxito de Pausini es que ya ha llegado a un estatus desde el que proyecta que el disfrute está por encima del qué dirán. Juega, bromea, ríe, se emociona... es una más, aunque no sea una más.

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