OPINIÓN

Juegos y libros

Las bibliotecas de València celebran el Día del Libro con un mes lleno de ocio, música y talleres
Imagen de archivo de una biblioteca en València.
EP
Las bibliotecas de València celebran el Día del Libro con un mes lleno de ocio, música y talleres

El último Premio Azorín de novela, que recayó sobre La biblioteca de fuego, de María Zaragoza, evoca muchas cuestiones interesantes, entre ellas la involuntaria comparación entre los profesionales que lucharon por preservar los archivos y libros que comenzaron a quemarse en la década de los años 30 en España, como preludio a la terrible destrucción que conllevó la guerra civil y los que en Ucrania están en estos momentos llevando a cabo idéntica labor. Habla del amor por la libertad y de cómo esta difícilmente aflora sin el conocimiento, y es, en definitiva, un canto entusiasta a los libros y a las bibliotecas.

Y resulta fascinante que la misma Biblioteca Nacional que aparece en su cubierta sea ahora el depósito no solo de cada libro que se edite en España con ISBN, sino también de cada videojuego producido en España, una resolución votada en el Congreso de los Diputados hace unos días: el videojuego se consolida como una representación artística, como parte de un patrimonio que debe ser preservado. Y a él se le unen los marcapáginas y los libros impresos bajo demanda, que se podrán recuperar en un momento dado, para que el trabajo realizado no se esfume en la nada.

No existe mejor manera de reconocer la relación que existe entre la épica tradicional y la del videojuego: hay voces que ya auguran que una de las ocupaciones de los autores será escribir videojuegos. No será nada nuevo: aquel al que llamaron Homero reconocería sus versiones en la oscuridad acogedora de los depósitos de la Biblioteca. Y sonreiría.

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