OPINIÓN

Empastillados

Benzodiacepinas.
Benzodiacepinas.
UNSPLASH
Benzodiacepinas.

A la inmensa mayoría, la vida suele darnos más noes que síes. Algunos noes son duros, muy duros. Otros son llevaderos, forman parte de lo que podríamos llamar cotidianidad. También es duro poder llegar a fin de mes para millones de personas. Y, además, muchas veces, nos asaltan preocupaciones mil.

A menudo, nos sentimos irritados, tristes, sin ganas de casi nada, desmotivados y padecemos insomnio. No nos gusta el trabajo que hacemos y, aunque no lo pensemos, sentimos como si estuviéramos malgastando nuestra vida. La incertidumbre nos produce miedo, desazón y angustia.

Nos levantamos por la mañana y no nos gustamos. La misma monotonía diaria. El mismo aburrimiento. Los mismos de siempre en el vagón de metro de siempre. El mismo olor. La misma suciedad. Cansancio y hastío, mucho hastío.

Solo nos asaltan pensamientos negativos, desmotivadores. Hasta que un día decidimos que no podemos continuar así y vamos al médico de atención primaria para que nos dé algún medicamento que solucione nuestro malestar: nuestro “dolor existencial”. 

España, según los datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, que ha publicado El Periódico, volvió a liderar, en 2020, el consumo mundial de benzodiacepinas, que son medicamentos psicotrópicos (actúan sobre el sistema nervioso central). Tienen efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, tranquilizantes, antidepresivos, anticonvulsivos y amnésicos. Y pueden ser adictivos. Se utilizan para combatir la ansiedad, el insomnio y otros estados afectivos. Es decir, para nuestro “dolor existencial”.

En 2020, se consumieron en España casi 110 dosis diarias por cada 1.000 habitantes. ¿Saben cuántas en Alemania? ¡0,04! Algo pasa aquí, ¿verdad?

Entre otras deficiencias, faltan psicólogos en la sanidad pública, como no se cansan de denunciar los profesionales de la salud. ¿Y si se les hiciera caso?

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