OPINIÓN

La difícil felicidad

Varias personas ríen.
Varias personas ríen.
PEXELS
Varias personas ríen.

El mes de marzo es el que trae la primavera y el Día Internacional de la Felicidad, y sin embargo, acaba con noticias como el puñetazo de un actor famoso minutos antes de ganar un óscar, con un humorista riéndose a costa de la condición médica de una mujer, que opacan un discurso hermoso como el de Jessica Chastain o el aplauso en lengua de signos del elenco de CODA. La felicidad nacional bruta, (FNB), un indicador que mide el grado de felicidad y satisfacción de un país y que grada el bienestar psicológico, la salud, el nivel de vida, la educación o el disfrute del tiempo libre, deja siempre de lado a algunos individuos. A diario nos demuestra que la felicidad no va de la mano del éxito, sino que la relación es más bien a la inversa. Sin felicidad resulta complicado resultar exitoso.

Este es un país propenso al estallido de euforia, a los raptos de alegría, muchos de ellos colectivos. Y sin embargo, se encuentra lejos de la actitud constante, centrada en los pequeños logros, que garantiza la alegría. Quizás, como Laurence Debray, la biógrafa francesa del rey emérito, manifestaba esta semana, se deba al exceso de autocrítica y a la capacidad autodestructiva general: tener la envidia como defecto nacional tampoco ayuda. La felicidad se aparta de las grandes palabras, de los nombres ilustres para aferrar un instante, un recuerdo o una esperanza. Se relaciona mejor con el perdón que con el olvido, con la lucidez que con la emoción. Quizás por eso resulta tan fácil anhelarla y tan complicado retenerla.

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