Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Secret Story: la decadencia del reality de encierro

Los concursantes de 'Secret Story' y Carlos Sobera.
Los concursantes de 'Secret Story' y Carlos Sobera.
Mediaset
Los concursantes de 'Secret Story' y Carlos Sobera.

La segunda temporada de Secret Story ha intentado ser cantera de nuevos personajes anónimos. Telecinco necesitaba renovar su elenco de celebrities para que, después, sigan generando contenido en el resto de programación del canal. Porque ya han quemado a las últimas revelaciones de 'Gran Hermano'. Todos han participado en todo. De Adara al Maestro Joao. 

Sin embargo, Secret Story con anómimos no ha conseguido su cometido. Y el resto de programas de Mediaset evitan hablar de lo que sucede en Guadalix de la Sierra. O sienten que perderán audiencia. Porque lo que pasa en la casa suena ya a reposición, aunque el formato se intente reinventar. Incluso acudiendo al comodín de visitantes famosos. Lo que también es repetitivo.

La ingenuidad de los habitantes de la tele-realidad forma parte de un pasado muy lejano y sólo acuden a los castings de este tipo de formatos participantes conocedores de las tripas televisivas. Imitan más que se dejan llevar.  Pero tampoco el público ya demanda verdad o convivencia realista. Sólo pide que le sacien su necesidad de show, con sus conflictos de cartón piedra y sus romances de pacotilla con cierto grado de ensoñación entre guapos de manual. Como en las telenovelas de siempre, con gritos y giros de guion maquiavélicos, pero con el aliciente de que esto se emite en vivo y en directo con ese nervio que transmite que cualquier circunstancia puede ocurrir, que todo es impronosticable.

Pero algo está cambiando en el gusto de los espectadores y Telecinco no ha logrado atraer nuevas audiencias más allá de los fieles a la tele-realidad que sigue manteniendo. Es un hecho: el programa está pasando socialmente desapercibido.

Mediaset debería empezar a plantearse la importancia de abrir sus realities a emisiones 24 horas en otras plataformas, donde habita su público objetivo potencial. Es la manera de atraer a otros espectadores que no pasan ya por las frecuencias de esta compañía. Se enganchan en lugares como Youtube y, en ese caso, terminarán en la emisión tradicional de Telecinco, pues es el único lugar donde pueden asistir a la gala.

La mecánica televisiva de consumo de hace dos décadas ha cambiado. Y el reality show también crece si se puede interactuar con él en la multipantalla que nos rodeas. Secret Story se mueve muy bien en redes sociales, pero le falta que su señal en directo se mueva con más flexibilidad por otras plataformas.  Tampoco es suficiente con un encierro en una casa de techos bajos. El espectador quiere liberarse de claustrofobia y empatizar con referentes que le remuevan porque le descubren. No que sólo intentan repetir historias de amor y peleas de hace dos décadas para vender exclusivas que ya no existen. La audiencia está en otro punto. Más aún detrás de la pandemia. No busca vividores, prefiere personas con motivaciones comprensibles. También cuando se enfadan y nos enfrentan a lo oscuro de la sociedad.

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