Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El cambio de ciclo de la televisión que vivimos: claves prácticas del momento de Antena 3, Telecinco y La 1 de TVE

Roberto Leal, en 'Pasapalabra'.
Roberto Leal, en 'Pasapalabra'.
20minutos | ATRESMEDIA
Roberto Leal, en 'Pasapalabra'.

Las audiencias televisivas del mes de diciembre dejan tres titulares principales. Telecinco se mantiene como cadena más vista de 2021, La 1 anota mínimo histórico anual y Antena 3 gana diciembre. Lo que dibuja un posible cambio de tendencia en los consumos televisivos, pues la cadena de Atresmedia lidera cuatro de los últimos cinco meses del año y cuenta con un eje de programación infalible en horario de máximo consumo frente al televisor. Dos citas diarias marcadas en el recuerdo colectivo: Pasapalabra (y su millonario rosco que sirve de lanzadera al informativo posterior) y El Hormiguero de Pablo Motos.

Mientras tanto Telecinco mantiene su fortaleza como cadena que acompaña con una programación en vertiginoso directo. El matinal de autora de Ana Rosa Quintana continúa fuerte con una fórmula muy asentada y el universo de Sálvame aguanta. Sin embargo, sus conflictos empiezan a parecer repetitivos. Es el problema que sufre Telecinco: la dinámica de la tele-realidad, que ha alimentado al canal de conflictos y pasiones durante años, necesita refrescar su imagen para adaptarse a los nuevos tiempos. Porque la población ha evolucionado más de lo que parece en estos intensos años de pandemia. No quiere tanto como antes confinamientos retransmitidos y agradece la luminosidad del color del entretenimiento que te ayuda a imaginar... o aspirar. Por eso tira más la amplitud de la isla de Supervivientes que un encierro en una casa.

En este sentido, Atresmedia, fruto de la prueba, error y paciencia, ha asentado una imagen social de programación de entretenimiento familiar. En contenido y en continente. En un momento en el que el resto de los canales repiten escenografías que podrían parecer siempre la misma (bueno en el caso de Telecinco suele ser la misma literalmente), en Antena 3 se han quedado con producciones con una iconografía que distingue y potencia en el recuerdo colectivo la personalidad de los shows: el rosco de Pasapalabra, las rojas sillas giratorias de La Voz, las hormigas de El Hormiguero, el clonador de Tu cara me suena, las bombas de Boom, la ruleta (de la suerte)... Cada formato tiene una premisa diferencial. Y todos están unidos por una estética que fomenta esa luminosa calidez y un guion de agradable buen rollo. 

Ese cuidado escénico no es menor y hace que se transmita la percepción de que en Antena 3 hay diversidad de contenidos y que, además, aunque en los seriales turcos pasen cosas más gores que en Sálvame Diario, se proyecta la sensación de un lugar seguro para familias. El drama está en ficción, no hay peleas en entretenimiento. Pero, cuidado, Telecinco sigue líder anual. Lleva una década como cadena más vista gracias a su oferta muy pegada a la espontaneidad de la calle. Sus presentadores y sus colaboradores son vinculados con sus programas como ninguna otra cadena logra. La cadena es parte de la calle. 

"Si el espectador de 'Pasapalabra' supiera cuáles son las respuestas del rosco no vería el rosco. Ese es el problema de La 1 y un poco de Telecinco".

Sin embargo, el espectador está más resabiado que nunca de determinados modus operandi y ya no tolera determinadas artimañas sombrías de la tele. Sobre todo tras la docuserie sobre Rocío Carrasco, en la que se desmontaron en el propio prime time de Mediaset cómo funcionaba la prensa rosa televisiva. 

Los programas de Telecinco necesitan removerse creativamente para recuperar el tono generalista de canal pegado al "en vivo y en directo". Ahora es fácil perderse en sus espacios de tele-realidad si no eres fan de la cadena, pues todo es demasiado idéntico y se diluye entre sí.

Por su parte, La 1 de TVE tiene una oportunidad para reinventarse por completo sin preocuparse por el choque de las audiencias. Esta crisis podría ser aprovechada como momento ideal para lanzarse a las ideas y marcar su propia agenda. Para ser más trascendentes, más que fijarse en la cuota de share y el qué dirán las redes sociales, la cadena debe volver a confiar en autores con nombre propio. Tanto comunicadores, periodistas, guionistas como realizadores. La parrilla de La 1 mantiene el vigor de la credibilidad de los Telediarios, pero el resto del daytime sufre que sus propuestas de contenidos no recalcan citas ordenadas e identitarias en el recuerdo del espectador. No ayuda que da la sensación que en la elaboración de contenidos se reproducen técnicas televisivas de aquellos años 2.000 en los que se decía eso de "no emitas algo que no entienda la señora de Cuenca" y, como consecuencia, se replicaban todo el rato clichés temáticos de lo que se suponía gusta. En vez de intentar movilizar con lo que aporta. Quizá habría que volver a prismas de los setenta y ochenta cuando se pensaba en convencer tanto a la señora de Cuenca como a un señor de Madrid a través del ingenio del descubrimiento honesto, imaginativo y con un punto travieso que te hace único frente al resto. Esto se consigue dando margen a más autores, a referentes con mirada propia.

Al final, todo se resume con que si el espectador de Pasapalabra supiera a diario cuáles son las respuestas del rosco no vería el rosco. Y justamente ese es el problema de La 1 y un poco del momento que vive Telecinco: el espectador ya siente que puede pronosticar lo que ofrecerán incluso antes de poner el canal.

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