Víctor Lapuente se define en su cuenta de Twitter como marido, padre y politólogo. Es doctor en ciencias políticas por la Universidad de Oxford y catedrático en ciencia política en Gotemburgo. Una universidad sueca muy alejada de Chalamera, la localidad oscense en la que nació, igual que el escritor Ramón J. Sender. 

Lapuente es columnista y autor de varios ensayos, como El retorno de los chamanes. El último es Decálogo del buen ciudadano. Cómo ser mejores personas en un mundo narcisista (Península), una lectura que recomendaba recientemente el presidente de Aragón, Javier Lambán.

En un bosque de libros de autoayuda en búsqueda de la felicidad exprés, al modo de ‘mi felicidad justifica los medios’, en un mundo de populismos, la propuesta de Lapuente resulta sensata, atrayente y provocadora, quizás porque bebe en la fuente de los clásicos.

"En un bosque de libros de autoayuda en búsqueda de la felicidad exprés, la propuesta de Lapuente resulta sensata, atrayente y provocadora"

 “La cultura del narcisismo de hoy nos debilita e infantiliza”, ha dicho, entrevistado con motivo de la presentación de su libro. También sostiene que haber matado la idea de trascendencia nos ha traído “el individualismo extremo y la idea de que solo importamos nosotros y nuestros propios deseos”. El antídoto, para Lapuente, empieza por la responsabilidad individual: “Dentro de nosotros está la fuente del bien y el mal. Debemos ser conscientes de que hacemos cosas correctas e incorrectas, y asumir nuestra propia responsabilidad”. 

También lo aconseja Natalia Guinzburg en el libro-joya que es Las pequeñas virtudes. Nos empeñamos en enseñar a nuestros hijos, dice, que el bien tiene premio y el mal tiene castigo, pero no es así. Hay veces que los malvados triunfan y los buenos sufren. Pero, aun así, concluye, hay que buscar hacer lo correcto.

En las reseñas de internet clasifican el Décalogo del buen ciudadano en el género de autoayuda, pero Lapuente prefiere decir que más bien sería de “autodestrucción”. Sea como fuere, es oxigenante leer a un politólogo que recomienda, recién salido de un diagnóstico de mieloma y el nacimiento de su hijo, las “tres grandes virtudes cristianas”: el amor, la conexión con nuestras tradiciones, y la esperanza, que es no temer al futuro. 

Gracias, Víctor Lapuente.