
Justo un mes después de que concluyera el estado de alarma y de que la gestión de la sanidad retornase a las autonomías, el Govern, en plena precampaña electoral, está recibiendo críticas por la gestión de los rebrotes en una Cataluña que, a juzgar por los datos difundidos de contagios, está peor que el resto de España.
Motivos para los reproches no faltan: en mayo dimitió Joan Guix, el que era secretario de Salud Pública, y hasta esta semana no se ha elegido sustituto y eso que una de sus funciones es la de integrar los esfuerzos de vigilancia de la Covid-19. La falta de planificación y la ausencia de una red de rastreadores eficiente centran otras de las recriminaciones.
Cataluña se prepara para la contienda electoral con un Gobierno desavenido
Y en medio de una de las mayores crisis sanitarias de la historia, Cataluña se prepara para la contienda electoral en otoño con un Gobierno desavenido, condenado a entenderse pero con intereses contrapuestos. De un lado se encuentra ERC, crecido por las encuestas y por la reaparición de Junqueras; y de otro figura JxCat, preocupado y ocupado en la posible inhabilitación de Quim Torra, con un Puigdemont, que, desde la distancia, recobra protagonismo con su libro de «memorias» y con el nuevo partido Junts.
Atrás quedaron los tiempos en los que la pandemia diluyó las reivindicaciones secesionistas y en los que el propio Rufián reconocía que, si alguien le veía pedir la autodeterminación en la tele, igual tenía la tentación de "tirarle el mando a distancia". El independentismo también se ha desconfinado, continúa tan vivo como siempre y sigue dando la batalla.
De momento, Torra ya reclama 30.000 millones de los 140.000 que se prevé que lleguen a España de la UE. Veremos en qué queda.
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