Irene de Miguel Portavoz del Grupo Parlamentario Unidas Por Extremadura
OPINIÓN

La fuerza de las campesinas

Explotación Agraria
Explotación Agraria
MARM
Explotación Agraria

Mi abuela era una mujer de campo, habituada a las duras labores que suponía tener diez vacas de leche, la huerta y varios praos que había que segar en verano en un pequeño pueblo de la montaña leonesa. 

Mi abuela, como todas las mujeres de campo, se echaba a sus espaldas una doble y triple jornada laboral, siendo la cuidadora por antonomasia de la familia, los animales y la creadora de lazos sociales en el pueblo.

Todas esas extenuantes jornadas de trabajo le dejaron un rictus amargo en el rostro y, cuando su única nieta le dijo que quería dedicarse a la agricultura y a la ganadería, pensó que quizás el cielo se le había caído sobre la cabeza. 

Ella luchó muchísimo para que su hija tuviera un futuro lejos del campo y consiguió ser la primera mujer del pueblo que mandó a su pequeña a la universidad. Así que imagínense qué miedo e incredulidad sintió al saber que su nieta había decidido dedicarse a un trabajo que ella consideraba esclavo.

Sin embargo, mi abuela era una mujer que sabía en qué fase del ciclo lunar había que plantar las patatas para que crecieran sanas, hacía la mejor mantequilla que nunca he probado y cocía hogazas de pan sin mirar el reloj ni ningún termómetro. Mi abuela sabía valerse por sí misma, sabía producir alimentos de alta calidad y era depositaria de una cultura campesina que, desgraciadamente, ha ido muriendo, como también lo han hecho nuestros pueblos.

Muchas mujeres como mi abuela lucharon para que sus hijos e hijas se fueran a buscar un futuro mejor a la ciudad, y no las culpo por ello, porque la vida de las mujeres en el mundo rural ha sido muy dura y sacrificada. Por suerte, ahora es mucho más fácil y sencilla. A pesar de ello, nuestros pueblos se mueren, y necesitamos pueblos vivos y una agricultura viva, y sin las mujeres todo esto es imposible.

Para ello, las administraciones públicas deben articular políticas que faciliten la vida en el medio rural, y no al revés. Hace apenas unos días, compartí la frustración y tristeza de Mari y Juan, una pareja de cabreros que, por segunda vez en tres años, han tenido que sacrificar a todo su rebaño por unos protocolos que los asfixian y hacen inviable la actividad ganadera. Ahora les toca volver a empezar de nuevo, pero Juan no quiere. Sin embargo, Mari sí. Sabe que es la única forma de seguir viviendo en un pequeño pueblo del norte de Extremadura.

La vida de las mujeres en el mundo 
rural ha sido muy dura y sacrificada

Esa fuerza de Mari, que crece en los momentos duros y malos, la he visto también en mi abuela y en todas las mujeres que han trabajado y vivido el mundo rural. Su fuerza es su legado

El coraje de Mari también lo tiene su nieta, que un par de horas después de que acabaran con la forma de vida de sus abuelos, alzó la voz en una concentración frente al Ayuntamiento para exigir una vida digna en el campo. El coraje de mi abuela también espero tenerlo yo.

Tenerlo para seguir luchando por un mundo rural vivo. Por unos pueblos llenos de vida. Por una agricultura con agricultores y agricultoras. Si el legado de nuestras abuelas ha sido el coraje y la fuerza para vivir en nuestros pueblos, el nuestro debe ser el arrojo para continuar y hacer de las zonas rurales unos lugares modernos, prósperos y dignos de ser vividos, donde las mujeres sigamos siendo las protagonistas.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento