Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Ucrania: pasarse al enemigo

El presidente de Rusia, Vladimir Putin.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin.
EFE / EPA / ALEXEI NIKOLSKY / SPUTNIK / KREMLIN POOL
El presidente de Rusia, Vladimir Putin.
El conflicto entre Rusia y Ucrania no es una nueva guerra. Pero por qué ha crecido la tensión entre estos países el último tiempo. ¿Qué papel juega Estados Unidos? ¿La Unión Europea queda relegada como actor secundario?. En qué perjudicaría a España y otros países de la UE. Estas preguntas y mucho más, las responde nuestro especialista en política internacional, Emilio Ordiz.
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Vladimir Putin es un hombre que pertenece a dos épocas distintas. Fue dirigente del antiguo espionaje soviético, el KGB, y ahí fue cuando perdió la empatía, el sentido ético de la vida y todo rastro de ideología. Pero a cambio obtuvo una ambición sin límites y una implacable determinación. A la vez, es un hombre del siglo XXI que usa las tecnologías de la comunicación para desestabilizar otros países o interferir en ellos (caso de Trump en EE UU) y vigilar a su propia población como nunca antes. No le asustan la mafias, más bien al contrario, ni le tiembla la mano cuando hay que asesinar a sus oponentes o a sus críticos, estén donde estén. No le importa caer mal a los demás; a este populista al que no le preocupa no ser popular lo único que le interesa es asegurarse el poder por los medios que hagan falta. Tiene de la democracia más o menos el mismo concepto que Belén Esteban pueda tener de la Real Academia Española: sabe que existe pero no es algo que le preocupe especialmente.

Este asombroso jugador de póker político tiene, sin embargo, una debilidad: el orgullo patrio. El colapso de la URSS en 1989 resquebrajó el imperio soviético y muchos países huyeron de la influencia de Moscú: Alemania, la antigua Checoslovaquia, Hungría, Polonia, alguno más. Putin está decidido a reconstruir, en lo posible, el antiguo señorío. Ya se merendó Crimea sin más explicaciones. Ya controla Bielorrusia gracias a un vasallo obediente y despiadado, Lukashenko. Ya hemos visto lo que ha hecho en Kazajistán: en cuanto el señor feudal de turno le pide ayuda porque se le levanta la plebe, Putin envía sus tanques y no le tiembla la mano en aplastar a quien haya que aplastar. Son sus dominios. Qué pasa.

Este es el hombre que, cuando se escriben estas líneas, está a punto de invadir Ucrania precisamente por eso mismo: porque la considera suya, piensen lo que piensen los ucranianos.

Si de verdad querían escapar del influjo ruso, los antiguos países satélites de la URSS tenían un método que funcionó muy bien al principio: apuntarse a la OTAN. Esta organización se creó para contener el expansionismo de la URSS. Pero entre el colapso de la URSS y el neoimperialismo de Putin hubo unos años en que la Europa del Este se quedó sola, y a la OTAN huyeron, a la carrera, los polacos, los húngaros, los checos, los búlgaros, los rumanos, los tres pequeños países bálticos y algunos otros de la antigua Yugoslavia. A la mayoría de ellos los acogió, además, la Unión Europea. Eso ya no tiene remedio.

Pero se acabaron las bromas. Ucrania es otra cosa. Ucrania es nuestra, dice Putin, y la pretensión del gobierno de Kiev de integrarse en la OTAN es ir demasiado lejos. Se escaparon algunas pequeñas provincias del imperio porque nos descuidamos, pensará, pero ni una más. El asunto es bien sencillo: o el gobierno de Kiev renuncia a su pretensión de 'pasarse al enemigo', o se invade Ucrania y se acaba la partida con un puñetazo en la mesa.

Quizá por la fría y orgullosa mente de Putin haya pasado una idea aparentemente absurda. Veamos. La OTAN se creó para frenar a los soviéticos. Pero la Unión Soviética ya no existe, así que ¿para qué sirve la OTAN? Al menos en teoría, ya no tiene enemigo ni gran cosa que hacer, salvo mantener la influencia estadounidense en Europa. Así las cosas, ¿qué sucedería si Rusia, con Putin a la cabeza, pidiese también el ingreso en la Alianza Atlántica? ¿Alguien se atrevería a decirle que no? Es poco probable. Y ahí mismo se acabaría el problema, no solo el de Ucrania sino el de cualquier sitio. Si todos los jugadores de un equipo se pasan al equipo rival, no hay partido posible. Fin de la cuestión. Lo que habría disfrutado Gila con esa idea.

Pero Putin no hará eso… por lo que decíamos al principio: porque pertenece a este siglo pero también –y sobre todo– al siglo anterior, al de los imperios enfrentados y amenazantes, las zonas de influencia y la Guerra Fría. Putin está decidido a recuperar, de un modo u otro, todo lo que pueda de los antiguos 'dominios' soviéticos. Ese es su concepto del poder, que es lo más importante que existe. Eso es lo que le empuja a hacer su orgullo. Y el orgullo, quién lo duda, es mucho más importante que la paz.

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