Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'Las chicas de oro', el secreto de un éxito en el que nadie confiaba

Las chicas de oro
Las chicas de oro
NBC
Las chicas de oro

Sólo unos días antes de cumplir los 100 años, Betty Whitte ha muerto. Cuando el mundo se preparaba para despedir 2021, la última chica de oro se apagó. Porque el personaje por el que pasará a la historia Berry será el de Rose en The Golden Girls (1985-1992). Y con orgullo. No es para menos, porque fue una ficción que lo cambió todo antes de todo. 

"Cómo iba a funcionar una serie protagonizada exclusivamente por mujeres. Y encima mujeres mayores. Y encima sin ningún vínculo con hombres.  Eso no vende, espantará a los anunciantes por su target publicitario demasiado adulto. Eso no atraerá a la audiencia, el público quiere ver juventud de la que enamorarse". Las chicas de oro desmontaron estos prejuicios machistas interiorizados en las cabezas, cuando todos éramos machistas y ni siquiera todavía nos lo cuestionábamos. Con Blanche, Dorothy, Rose y Sophia, empezó uno de los caminos del cambio.

La sociedad aplaudió a Las chicas de oro y convirtió a esta sitcom en uno de los grandes éxitos de la historia de la televisión. Las cuatro compañeras de casa engancharon a amplios estratos sociales con su forma de entender la vida. Hacían saltar por los aires los tópicos de la comedia televisiva para atrapar a las grandes audiencias. No sólo de su quinta, también de generaciones jóvenes, pues lo relevante era la trama que interpretaban con una calidez inolvidable. Así The Golden Girls contó brillantes historias en cada capítulo que no se quedaban en el chascarrillo y atesoraban la emocionante osadía de afrontar realidades sociales. Sus guiones fueron tan inteligentemente modernos que, en gran parte, siguen vigentes. Incluían con la normalidad que merecían temas tabú por entonces, como la homosexualidad. Y no cualquier homosexualidad, la femenina, que aún era más difícil de visibilizar sin sexualizar en una sociedad tan marcadamente machista. Más todavía en los ochenta. 

"La diversidad social encontró en 'Las chicas de oro' referentes sanos y realistas que hasta entonces se escondían en la ficción y los medios de comunicación"

La corrosión con sensibilidad es el motor de la buena telecomedia. El secreto de las Las chicas de oro es que eran corrosivas pero, también, sensibles. Descaradamente sensiblesEl valor de la experiencia les permitía tocar todo con una perspectiva única y relativizadora gracias a un carismático sentido común que equilibraba la personalidad perfilada de cada personaje. Daba igual la edad o clase social, era fácil empatizar con su pícara honestidad. 

La televisión de hoy, en cambio, es un desierto de productos protagonizados por personas mayores. Las cadenas relegan las canas, a pesar de que las abuelas y los abuelos son los que más horas dedican a consumir los canales generalistas. De hecho, son los que sostienen la parrilla de los canales. No se confía en las personas con edad en series, publicidad o programas. A pesar de que su carácter puede ser aprovechado para casi todo tipo de formatos televisivos. Como consecuencia, se relega su presencia a personajes fugaces encasillados en el estereotipo de abuelos y en promociones publicitarias casi exclusivamente de productos de salud o de temáticas deprimentes. Siempre se cae en el cliché de “abuelo” como si no tuviera vida más allá de su edad. 

Las chicas de oro no sólo hicieron reír. El buen humor es el que cala porque hace pensar y deja en evidencia las mentiras preconcebidas. Así esta serie sigue siendo moderna cuatro décadas después de su estreno por su libertad a la hora de saber tomar el pulso a la vida. Sin caer en los paternalismos. Con la inteligencia de la ironía que siempre acababa en ese sabio abrazo colectivo:

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