Una victoria in extremis, colmada de tensión en el recuento de votos y no exenta de polémica. Un desenlace acorde con el clima político que venimos presenciando desde que se anunciara la modificación del Estatuto de los Trabajadores con el mayor consenso en décadas en el diálogo social. Pero entre tanto sainete en la escenografía política contemporánea (que aún dará que hablar) la reforma ha sido aprobada. Una amplia legislación que recupera derechos perdidos y afronta varios problemas fundamentales de las relaciones laborales.

Un juez abre diligencias para investigar la votación de la reforma laboral tras la denuncia de un particular

En España, colectivos como la mayoría de la población joven se enfrentan a una elevada precariedad laboral que se traduce en la necesidad de combinar múltiples trabajos y, aun así, tener que renunciar a la posibilidad de vivir emancipados por la falta de estabilidad. Antes de la crisis de la Covid, una de cada tres personas trabajadoras menores de 35 años estaba en situación de pobreza laboral. Para la plantilla empleada por muchas subcontratas de limpieza o seguridad, los recortes de salarios por realizar el mismo trabajo que quienes pertenecen a la empresa principal es lo habitual, fruto de la práctica extendida de buscar beneficios a base de rebajar derechos laborales.

La nueva ley introduce medidas concretas que reflejan un cambio en la forma de entender la política laboral de los últimos cuarenta años y pone cotas a algunas de las prácticas abusivas que inciden en la vida de las personas con condiciones más precarias. Ya era hora de dejar de reformar concibiendo la estabilidad en el trabajo como un obstáculo para la creación de empleo. De ver a las personas trabajadoras como una posibilidad de aumentar la competitividad mediante devaluación salarial. O disfrazar desregulación con el traje de la flexibilidad.

Aún quedan temas cruciales en el tintero en materia de derechos laborales y dudas sobre si esta reforma va a suponer un anclaje suficiente como para atajar de manera sustancial la desequilibrada correlación de fuerzas entre personas trabajadoras y capital. La precariedad tiene un atributo: muta, busca abrirse camino y nos exige estar alerta.