Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Los hijos castizos de Donald Trump

Pablo Iglesias e Isabel Díaz Ayuso, candidatos a Presidencia en las elecciones de la Comunidad de Madrid.
Pablo Iglesias e Isabel Díaz Ayuso, candidatos a Presidencia en las elecciones de la Comunidad de Madrid.
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Pablo Iglesias e Isabel Díaz Ayuso, candidatos a Presidencia en las elecciones de la Comunidad de Madrid.

Madrid no debería ser el primer martes de mayo esa guerra de los mundos que nos prometen los líderes más crispados de la Puerta del Sol, sino una batalla electoral entre los populistas de todo pelaje ideológico que se presentan a los comicios y los moderados, que buscarán su hueco intentando no caer en el simplismo argumental de los líderes alfa que se están adueñando de la conversación pública con su tremendismo de todo a cien.

Las elecciones no pueden ser un duelo al sol entre las derechas y las izquierdas que nos prometen los nostálgicos del guerracivilismo que sueñan con una España de dos bandos irreconciliables, sino, en todo caso, una disputa entre quienes hacen del lenguaje belicoso y crispado una forma de vida y quienes siguen pensando que la contención y la mesura siguen siendo compatibles con la política espectáculo que nos ha tocado vivir. En suma, entre los populistas y los moderados. 

De hecho, la carrera desenfrenada de Isabel Díaz Ayuso y Pablo Iglesias por ver quién parece el hijo castizo de Donald Trump desata pasiones viscerales, pero también ofrece una oportunidad a quienes siguen pensando que la política es mucho más que una sucesión de eslóganes primarios y declaraciones estruendosas, y que los países y las regiones no se gobiernan desde Twitter

Y no me refiero solo a Ángel Gabilondo, que parece una mezcla de Aristóteles y el Dalai Lama al lado de esta legión de hiperventilados, sino a cualquiera que se decida a no inflamar a los ciudadanos con lemas y proclamas que parecen salidos de las guerras napoleónicas.

Este país necesita una tregua. Pero sobre todo quienes la necesitan son los españoles. Y si son madrileños, ni os cuento.

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