El Gobierno todavía no los ha aprobado, pero es como si ya lo hubiera hecho. Pese a la ofensiva en la calle de la derecha, el controvertido asunto no ha dividido dramáticamente al PSOE ni ha puesto en cuestión el liderazgo de Pedro Sánchez, que sale fortalecido del triunfo en las primarias andaluzas de Juan Espadas, alcalde de Sevilla, frente a su eterna rival Susana Díaz. En realidad, desde que se anunciaron los indultos, el tiempo ha jugado a su favor porque al independentismo también le ha creado importantes contradicciones.
La carta de Oriol Junqueras aceptando la medida de gracia, asumiendo la falta de legitimidad del referéndum del 2017 y renunciando temporalmente a la vía unilateral fue el pago que desde la Moncloa le pidieron a ERC. No hay que exagerar su importancia porque el líder de los republicanos sigue sin ser un político fiable, y pasado mañana puede defender lo contrario sin pestañear, pero es un paso en la buena dirección. Además, en Junts ha estallado una guerra interna porque su secretario general, Jordi Sànchez, se ha atrevido a decir que con la votación del 1-O no buscaban la independencia sino forzar al Estado a negociar.
Y una vez que los indultos sean concedidos, nos olvidaremos muy pronto, porque los dos años que le quedan a Sánchez de legislatura no van a dirimirse por Cataluña. La ‘mesa de diálogo’ le ofrece un largo tiempo de estabilidad, sin sobresaltos institucionales. En ERC saben de sobra que no van a obtener la amnistía ni la autodeterminación, y que el Gobierno solo les ofrecerá una nueva financiación y fórmulas para mejorar el autogobierno. A partir de ahí, los independentistas pedirán celebrar un referéndum para votar cualquier cosa, lo que sea, aunque sea un desacuerdo. No olvidemos que, al final de esos dos años, Pere Aragonès tendrá que enfrentarse a la moción de confianza que le exigió la CUP para investirle.
Pero el futuro de Sánchez no va a decidirse por los indultos, ni la legislatura va a dirimirse por asuntos como la crisis con Marruecos, donde España tiene el apoyo de Europa y donde los Estados Unidos de Joe Biden tampoco van a dejar que el reino alauita utilice la inmigración ilegal como arma de chantaje. Las posibilidades de que el líder socialista vuelva a ganar dentro de dos años pasan por evitar los choques dentro del Gobierno de coalición, que pronto remodelará ahora que Podemos ya ha hecho su cónclave interno sin Pablo Iglesias. Pero sobre todo pasa por la economía, la creación de empleo y el bienestar social. El mayor obstáculo es que tiene unas reformas estructurales comprometidas con Bruselas, a cambio del dinero del plan de recuperación, para las que no tiene apoyos parlamentarios, particularmente en materia de pensiones.
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