Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Celebrar la fiesta nacional

Los aviones C-101 de la Patrulla Águila, la unidad acrobática del Ejército del Aire durante el acto organizado con motivo del Día de la Fiesta Nacional, en Madrid este lunes.
Los aviones de la Patrulla Águila en el Día de la Hispanidad del año pasado.
EFE / Juan Carlos Hidalgo
Los aviones C-101 de la Patrulla Águila, la unidad acrobática del Ejército del Aire durante el acto organizado con motivo del Día de la Fiesta Nacional, en Madrid este lunes.

Puesto que mañana es 12 de octubre, que no solo es el día del Pilar, sino también Fiesta Nacional de España y de la Hispanidad, vale la pena hacer alguna reflexión con el ánimo de contribuir a quitarnos de encima algunos absurdos complejos, los mismos que, por ejemplo, ahora mismo nos impiden mostrarnos orgullosos de que nuestro país figure entre los primeros del mundo en la campaña de vacunación contra la Covid. Es un éxito del sistema público salud y sus profesionales, pero también de la sociedad española en su conjunto, en la que no ha habido un rechazo significativo hacia las vacunas. En cambio, solo que hubiéramos estado por debajo de la media europea, nos lo estaríamos reprochando cada día. Sin duda en España hay muchos problemas de los que avergonzarnos, pero si nos mostráramos un poquito más orgullosos de lo que somos y de nuestras fortalezas, nos iría todo mucho mejor.

La celebración de la fiesta nacional es una práctica común en todos los países del mundo que sirve para afirmar la pertenencia a una comunidad a través de un hecho histórico mayor. No cabe ninguna duda de que el descubrimiento de América lo fue, no solo para España, sino para la humanidad entera. Solo hay que pensar en el importantísimo intercambio de alimentos entre ambos continentes. En Europa, la dieta mejoró extraordinariamente gracias a la patata, el tomate, el maíz, el pimiento, la calabaza o el pavo, por no hablar del chocolate o la vainilla. La comida que llegó de América evitó no pocas hambrunas. 

"Hay que huir siempre de los excesos patrióticos, pero tampoco podemos caer en el extremo contrario"

La elección del 12 de octubre como fiesta nacional, que no es una herencia del franquismo, sino que fue decisión del Gobierno de Felipe González en 1987, no pretende exaltar ninguna conquista violenta, sino que se justifica porque simboliza un momento histórico fundacional a finales del siglo XV. 

Por un lado, la aventura americana no se entiende sin la construcción del Estado moderno en España a partir de nuestra pluralidad y de la integración de los diversos reinos en una misma monarquía. Sin la unión entre las coronas de Castilla y Aragón, no cabe duda de que América se hubiera descubierto igualmente por parte de los europeos, pero todo hubiera sucedido de otra manera. Y, por otro, es una efeméride con la que nuestro país inicia su proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos, cuya relevancia llega hasta hoy.

Hay que huir siempre de los excesos patrióticos, pero tampoco podemos caer en el extremo contrario ni olvidar el sentido de la continuidad histórica, lo cual nos obliga a ser críticos con nuestro pasado, pero sin asumir culpas por hechos que caducaron hace siglos y de los que ya no nos podemos sentir responsables. En realidad, hoy la hispanidad nos habla más de España que de América.

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