En España sentíamos a Kiev muy lejos. Sí, eran europeos, pero seguramente muchos españoles apenas acertaban a situarlo en el mapa.
Hasta hace dos semanas, porque –a la fuerza– hemos verificado que Ucrania está muy cerca. Tanto, que nuestro compromiso con los valores democráticos está en juego. Y también lo está nuestra economía. Las guerras, incluso las que creíamos lejanas, siempre tienen un alto precio.
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