Francisco Aranda Diputado por Barcelona y miembro de la Diputación Permanente en el Congreso
OPINIÓN

El abucheo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido recibido con abucheos y pitidos a su llegada al desfile del 12 de octubre, que se celebra este martes en el Paseo de la Castellana de Madrid.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada al desfile del 12 de octubre.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido recibido con abucheos y pitidos a su llegada al desfile del 12 de octubre, que se celebra este martes en el Paseo de la Castellana de Madrid.

El pasado 12 de octubre, en el marco del acto institucional de la Fiesta Nacional, una de las noticias fue el abucheo que parte de la ciudadanía dedicó al presidente del Gobierno. Hasta aquí, uno podría acabar la reflexión apelando a la libertad de expresión que impera y nos protege, a la par que podríamos expresar nuestro rechazo al uso de insultos, descalificaciones e improperios.

La cosa adquiere un matiz diferente cuando uno ve que en el marco en el que se produce no es la primera vez que un presidente socialista es recibido con insultos y un presidente conservador no lo es, y que a menudo los abucheos coinciden en el tiempo con una acción coordinada y continua de acoso parlamentario, político y de cierta derecha mediática al gobierno progresista que ostenta el poder. Un poder democráticamente emanado de las urnas y de la voluntad de la ciudadanía a través de sus representantes en el Congreso.

En la acción de hacer oposición la balanza se inclina más hacia el desprecio, el insulto, la falta de respeto y el exabrupto

Que la crítica es legítima y consustancial al oficio político es un hecho irrefutable e incluso constituye uno de los pilares de nuestra arquitectura democrática. Es por ello que nada hay que objetar al uso legítimo de la misma.

Lo que nos ha de preocupar y hacer saltar las alarmas sobre el funcionamiento y el equilibrio institucional es cuando comprobamos que, en la acción de hacer oposición, la balanza se inclina más hacia el desprecio, el insulto, la falta de respeto y el exabrupto, que hacia la contraposición de proyectos, la crítica con alternativa y el ofrecimiento de alternativas.

Cuando la imagen que los dos principales partidos de la oposición trasladan a la ciudadanía en sus intervenciones y actuaciones en el Congreso se mueve entre el histrionismo, el bloqueo de las instituciones, el desprecio, el deslegitimar públicamente la legitimidad del Gobierno o, por desgracia, el insulto y la descalificación, se deriva de ello un estado de ánimo, un caldo de cultivo para que afloren actitudes poco edificantes.

Usurpas un lugar destinado históricamente a aquellos que tienen otra concepción “más reglada” de lo patrio

Y todo ello se agrava cuando se añaden dos variables.

La primera, el trasladar que solo hay una manera “oficial y patriota” de ser español, y que pasa por comulgar con los postulados tradicionales de la derecha, y que todo lo demás se sale del canon, dejando fuera a esa España plural, transversal y diversa que muchos reclamamos.

Si no eres como ellos quieren que seas, te abuchean. Porque usurpas un lugar destinado históricamente a aquellos que tienen otra concepción “más reglada” de lo patrio.

Y en segundo lugar, cuando al día siguiente de los actos de la Fiesta Nacional el jefe de la oposición da carta de naturaleza a los abucheos para situarlos en la vanguardia de lo que él considera que es la opinión de todos los ciudadanos.

No es de extrañar que quien no ofrece un debate de altura desde la oposición haga suyos los abucheos. Es normal que quien valida y blanquea a la ultraderecha hasta el punto de apoyarse en ella, prefiera el abucheo y la descalificación a la palabra.

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