Fernando Baeta Subdirector del área editorial de Medios de Henneo
OPINIÓN

La otra vacuna

Un agente de la Guardia Urbana de Barcelona habla con dos jóvenes durante la madrugada de este domingo en el fin del estado de alarma.
Un agente de la Guardia Urbana de Barcelona habla con dos jóvenes durante la madrugada de este domingo en el fin del estado de alarma.
GTRES
Un agente de la Guardia Urbana de Barcelona habla con dos jóvenes durante la madrugada de este domingo en el fin del estado de alarma.

Leo en WhatsApp una obviedad: que el virus sigue activo, que anda de marcha entre achuchones, jolgorio y botellón, y que lo único que ha cambiado es que nos han dado permiso para salir a buscarlo. La brillante ocurrencia sería además divertida si no fuera cierta. Porque la muerte no para, porque la pasada semana cayeron en España 600 personas por culpa del bicho y porque en esta van a morir otras tantas, las mismas que a lo peor caen la semana que viene. Celebrar nochevieja en mayo tiene su aquel y quitarnos la cabanga de encima resulta casi imprescindible, pero seguir viviendo debería serlo aún más. Vamos camino de convertirnos en unos trileros de la vida, en hacernos trampas con la bolita, en cambiar esas doce campanadas por una UCI sin vistas al paraíso.

La imprescindible es la otra, una a la que no hay laboratorio que le meta mano: la vacuna contra la estupidez

Si a estos ciudadanos que dan señales de una imbecilidad supina, sumamos un gobierno contradictorio que quiere dejar el chanchullo en manos de los tribunales o las autonomías, el resultado solo puede sumirnos en un desamparo cósmico de difícil solución. Y en esas estamos. Aquí nos hacían falta dos vacunas y la de la Covid-19 no era la más importante; la imprescindible es la otra, una a la que no hay laboratorio que le meta mano: la vacuna contra la estupidez. "Si la inteligencia es nuestra salvación, la estupidez es nuestra gran amenaza. Y por ello merecería ser investigada como si fuera una enfermedad", nos avisó el filósofo José Antonio Marina.

No sé qué es peor, si las imágenes del pasado sábado o el desconcierto que emana del Ejecutivo. El grotesco espectáculo de Sánchez devolviendo a los corrales a su ministro de Justicia y el intercambio de garrotazos entre algunos compañeros de Gobierno, de coalición o de partido nos confirma cuál necesaria es esa otra vacuna y también que o nos pinchamos pronto o lo peor está por llegar.

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