Fernando Baeta Subdirector del área editorial de Medios de Henneo
OPINIÓN

¿Feliz año nuevo?

Varias personas observan los fuegos artificiales que dan la bienvenida al nuevo año desde la montaña de el Carmel en Barcelona.
Varias personas observan los fuegos artificiales que dan la bienvenida al nuevo año desde la montaña de el Carmel en Barcelona.
EFE/ Alejandro García
Varias personas observan los fuegos artificiales que dan la bienvenida al nuevo año desde la montaña de el Carmel en Barcelona.

Todo se acaba. Hasta este año terrible que ha sido como una segunda parte, como una continuación de otro año terrible y quién sabe si como un preludio de otro que se adivina por la misma senda y que no tiene visos de mejorar excesivamente. Los buenos deseos están en desuso y al que me diga en los próximos días eso de feliz año nuevo le dejo de hablar y al que pretenda recibir delante de mí el nuevo fiasco que viene con el pie derecho levantado por aquello de la buena suerte le cerceno el izquierdo, ¿o es al revés?

La historia reciente, el día a día, nos confirma que todo es susceptible de empeorar. Háganse a la idea. Lo idílico sería creer que el último día del año haremos borrón y cuenta nueva, pero no; está demostrado que es completamente falso, además de una tremenda gilipollez, eso de año nuevo, vida nueva. El buenismo está sobrevalorado y lo que se ve a la vuelta de la esquina es más de lo mismo. Y nos coge vacunados contra el bicho, pero no contra el hombre.

Siempre me he justificado pensando que un pesimista es simplemente un optimista bien informado

¿Pesimista? Es posible, pero, al igual que José Saramago, soy de los que están convencidos, en contra de la creencia general, de que los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas porque los optimistas están encantados con lo que hay. Y ya ven lo que hay. Siempre me he justificado pensando que un pesimista es simplemente un optimista bien informado. Por eso, cuando nuestra clase política empieza a repartir pastillas de optimismo, me echo a temblar y noto inmediatamente que lo único que consiguen con su falsa y almibarada retahíla de tonterías es aumentar nuestra desconfianza ancestral. No sé quién dijo aquello de que las sociedades avanzan gracias a la aportación de optimistas y pesimistas; que los primeros inventaron el avión y los segundos, el paracaídas. Yo, como es lógico, no les deseo feliz año, pero sí les recomiendo, como buen pesimista, que se vayan comprando un paracaídas por si acaso. 

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