OPINIÓN

Un niño es

Un soldado ucraniano evacua a un niño, a 7 de marzo de 2022, en Irpin (Ucrania).
Un soldado ucraniano evacua a un niño en Irpin (Ucrania).
EFE
Un soldado ucraniano evacua a un niño, a 7 de marzo de 2022, en Irpin (Ucrania).

Un niño es un niño, con sus ojos abiertos de par en par en la noche bombardeada y su futuro truncado, con sus padres muertos de miedo, si aún los conserva, con el espectro del hambre, el frío, la violencia, la miseria. Nadie debería preguntarle de dónde viene, ni su apellido, ni su etnia, nadie debería dudar un segundo antes de abrazarlo, o de darle una manzana, o de acariciar su cabeza.

"Quizás los niños ucranianos ablanden el corazón para otros que aún están sufriendo peor suerte"

Un niño es un niño haya nacido donde le cuadrara la suerte: lo es absolutamente, en este momento, ni siquiera atisbamos el adulto en el que se convertirá, enturbiado por creencias, por manipulaciones o por el destino. Una nena que ríe con la boca llena de arroz, un crío fascinado por su reflejo en un charco, una chavala que lleva de la mano a su hermanita solo puede despertar algo hermoso en quien les mira, si quien les mira merece el don de la belleza.

Pero los niños no vienen solos: con ellos llegan los adultos, gastados, atrapados en su idioma y su historia. Los refugiados de Afganistán, los sirios, los africanos a los que se les planta una frontera opaca tienen niños, tan hermosos, tan traviesos, tan desesperados como los europeos. Tan víctimas de guerras y del horror como ellos, tan hermanados en el espanto como los de origen y aspecto caucásico. Nos decimos que el problema no son los niños, faltaría más, los niños son siempre bienvenidos: son los otros, los que llegan quizás para quedarse, los que profesan otra religión, otra forma de vida, otras maneras de sobrevivir a la muerte. Quizás los niños ucranianos ablanden el corazón para otros que aún están sufriendo peor suerte, quizás la lección que nos enseñan ellos beneficie también a otros. Si no, qué injusticia la nuestra, qué corazón tan duro, qué merecedores de todo lo malo seríamos.

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