Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El fracaso de 'Menudos Torres' en La 1: cuando TVE repite su propio error

Hermanos Torres en TVE
Hermanos Torres en TVE
RTVE
Hermanos Torres en TVE

La política de los últimos años ha dejado a TVE sin un proyecto claro de largo recorrido. Los cargos directivos van cambiando y la cadena suspende en audiencias en gran medida porque no se toman decisiones con conocimiento real de las tendencias audiovisuales actuales y, no menos importante, con conocimiento de la propia historia del canal público. De hecho, en TVE se repiten errores que ya fueron probados. Y nadie parece percatarse de ello. Es lo que sucede con la frustrada propuesta de un programa de cocina presentado por los Hermanos Torres. Las segundas oportunidades existen, claro que sí. Pero este espacio ya existió en 2015 con muy parecida dinámica y se retiró. No cumplía con los requisitos para destacar en esa franja horaria por, al menos, cuatro características que se han vuelto a repetir. Tal cual.

- Enlatado sin fecha de caducidad

Los programas de cocina son grabados. Y no se disimula que están enlatados. Pero vivir en esa especie de limbo de los tiempos resta interés en el ojo del espectador. En este sentido, Karlos Arguiñano graba sus programas con muy poco margen de maniobra. Sabe en qué día se va a emitir y lo lleva a su terreno, incorporando la actualidad informativa a su programa. Deportes, política, problemas sociales, reivindicaciones... No se le resiste ningún tema. Habla como uno más. En este sentido, estas semanas incluso ha reflexionado sobre el ataque de Rusia a Ucrania. Acompaña al espectador con complicidad y compromiso, no sólo da consejos de cocina. El espacio de los Hermanos Torres no es competitivo porque se ve atemporal en un tramo de programación en que el resto de rivales demuestran frenesí del directo. Hasta los que van grabados, como Arguiñano.

-Programa tarareable

Guisar esconde parones y silencios. El mérito del cocinero-presentador es llenar ese vacío con su comentarios con la audiencia para que nadie cambie de canal. Aún así, para arropar mejor el programa y disimular los cortes de edición, es obligada una base musical que da continuidad e identidad al espacio. Lo malo, a veces esta sigilosa banda sonora está tan baja de volumen que ni se aprecia ni cuenta con las rítmicas cualidades necesarias para resultar acogedora y reconocible en el subconsciente del espectador. Los fondos musicales de Karlos Arguiñano cambian con el paso de los años, pero mantienen su compás de ser una melodía tan identificable como pegadiza para los públicos. Una melodía que hasta el chef canta. En cambio, los Hermanos Torres están más centrados en la cocina que en el espectador. No son comunicadores. Y no pasa nada. Lo intentan, se esfuerzan. Pero el formato, como en 2015,  se observa frío, silencioso, artificial, lejano. Podría ser una reposición de 2015. No se implica con su tiempo de emisión, ni juega lo suficiente para transmitir viveza.

-Recetas más que fáciles

En busca de lucirse, los cocineros televisivos pueden caer en la trampa de la bella cocina minimalista o internacional. Sin embargo, el espectador prefiere platos más prácticos que le sirvan en su día a día. Por supuesto, alguna vez pueden existir licencias de restaurante cool, pero mejor recetas de cuchara grande, que te permiten saborear y mojar. Que te pueden salir en casa sin electrodomésitocs exclusivos y sin la destreza decorativa renacentista del curtido chef. El espectador más novato puede aspirar a la foto final del plato de Arguiñano. De las recetas de los Hermanos Torres, no siempre. 

- Campechanía de la huerta

Karlos Arguiñano es sinónimo de carisma. No sólo cocina una receta, directamente vive con pasión la receta. El vasco, con su programa, ha recuperado esa vieja esencia de los fogones como acogedor punto de encuentro en los hogares. Él se desnuda a diario con su audiencia, se pringa, incluso atreviéndose con comentarios políticamente incorrectos. En definitiva, se moja. No sólo es interesante ver su propuesta de menú, también es un espectáculo escuchar sus comentarios y hasta delirios. Y es que lo mismo te canta, te da un consejo de nutrición o te cuenta un chiste (verde).

Casi cuatro décadas después de su llegada a la tele, Arguiñano sigue congregando importantes audiencias. Funciona, pues es casi uno más de la familia. Las comparaciones son odiosas. Los hermanos Torres no son Arguiñano ni deben serlo. Su programa de La 1 no termina de cuajar porque es bonito de ver, pero fácil de olvidar. Encajaría más en otro contexto documental de La 2 que en el frenesí que demanda a esa hora del mediodía La 1.  El público generalista no conecta porque el formato desprende demasiado artificio en cortes de edición y guion. No fomenta la viveza, tan cercana como imprevisible, que pide la mañana televisiva. Esto ya lo escribíamos en 2015, y se repite prácticamente tal cual en este 2022 con datos paupérrimos de audiencia en La 1. La historia, a veces, se repite. Los mismos errores, también. 

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