Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El fin del presentador de televisión

Jorge Javier Vázquez.
Jorge Javier Vázquez.
MEDIASET
Jorge Javier Vázquez.

"Presentador". No nos engañemos, el nombre de esta peculiar profesión nunca ha sonado bien. De hecho, escuchar a alguien decir en la actualidad "soy presentador" queda incluso anticuado. Porque, en realidad, la figura del "presentador" está en peligro de extinción.

Ya queda atrás aquel papel de perfecto lector de guion que daba paso a vídeos. Ya no basta con "presentar", debe existir un mayor recorrido profesional detrás. Hay periodistas, comunicadores, artistas... pero ¿presentadores?

Si de mayor quieres ser presentador, tienes un problema. El trayecto para destacar en la pantalla no te lo dará simplemente ser telegénico o pronunciar bien. Te lo dará el bagaje profesional y la casualidad que te otorgue un aliciente frente a la cámara. Y esta suma de circunstancias no siempre se puede prefabricar.

No es nada nuevo. Ni Carlos Sobera ni David Broncano ni Antonio García Ferreras comandan programas por su perfil de presentadores. Han llegado hasta ahí por una trayectoria que les fueron colocando en esta posición de liderazgo al frente de un formato. Aunque no sean expertos lectores de la cámara, eso es lo de menos. Lo relevante es su mirada propia curtida en años de trabajo. 

El caso más rotundo de la televisión de los últimos tiempos es Jorge Javier Vázquez. Su desparpajo charloteando sobre la prensa rosa le colocó en la posición de salida ideal para conducir espacios del corazón. Ahí, poco a poco, se fue curtiendo hasta que en Sálvame se soltó del todo y sacó su maestría para el sarcasmo en directo. Triunfó. Tanto que se hizo imprescindible en Telecinco. Incluso desplazando a otras estrellas más clásicas de la cadena. Porque Jorge Javier no comunica de manera pronosticable, simplemente sale a jugar con ese temperamento que transmite una adictiva verdad en pantalla. Incontrolable, a menudo. Para bien y para mal. Pero nunca contagiando indiferencia.

La oportunidad de las próximas estrellas de la pantalla surgirá más del talento que las visibilice en redes, podcasts, radio o tele que en "hacerse" cursos de cómo leer el autocue, ese aparato que muestra el guion a través de la cámara. Comunicar, al final, es otra historia; es el magnetismo de la complicidad más pilla. Y esta energía no siempre se puede fabricar. Se tiene o no se tiene.

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