Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Ucrania se inmola

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante un discurso televisado a la nación.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante un discurso televisado a la nación.
PRESIDENCIA DE UCRANIA / EUROPA PRESS
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante un discurso televisado a la nación.

Causa admiración en todo el mundo la heroica resistencia que los ucranianos están ofreciendo a los invasores rusos. Es admirable y revelador del temor que inspira entre la gente el regreso a la etapa, no muy lejana, de los destierros a Siberia, las ejecuciones del KGB y la opresión que Putin añora e intenta restablecer.

Lo triste es que conforme están evolucionando las cosas, mucho me temo que será una heroicidad inútil. Está bien claro que Putin no tiene complejos ante las comparaciones con Hitler que se está ganando. Ha lanzado a sus poderosas tropas a enfrentarse con un enemigo menor y no muestra reparos ante las consecuencias.

Rusia vuelve a la guerra centrada en matar, avasallar y sembrar el pánico: 660.000 personas ya han huido del país

En primer lugar, humanas: ya son bastantes los centenares de víctimas, las últimas conocidas cinco en el ataque a la televisión, y lo peor es que siguen aumentando. La estrategia de la maquinaria militar rusa cada vez se centra más en la capital, Kiev, y otras grandes ciudades donde se concentra la población. Rusia vuelve a la guerra centrada en matar, avasallar y sembrar el pánico: 660.000 personas ya han huido del país.

La intención de Putin parece bastante clara: se ha abierto a negociar con el Gobierno que quiere derribar para minimizar el impacto internacional, pero sabiendo que es una negociación inicialmente inútil, que no tendrá resultado hasta que se produzca la rendición y la absorción de facto, igual que años atrás hizo con Crimea.

No admite soluciones intermedias ni transitorias: aspira a todo, no importa cuántos sean los muertos

La estrategia es aplastar al país y así, ante derrumbe y el clamor de las víctimas, comportarse como vencedor implacable y poner él todas las condiciones. De cuanto estamos viendo y sabiendo, no admite soluciones intermedias ni transitorias: aspira a todo, no importa cuántos sean los muertos.

La única y tibia esperanza de que se avenga a encontrar una salida son sin duda las sanciones económicas y de todo tipo que los demás países, empezando por la Unión Europea, le están aplicando. Muchos desconfían de su efectividad, pero los primeros indicios anticipan que están causando efecto más rápido de lo esperado.

Los primeros en sufrirlas son los propios rusos y de manera especial los jerarcas corruptos que se han enriquecido y ensoberbecido, que han creado fondos internacionales y hecho inversiones multimillonarias que ahora ven peligrar. Ya hay constancia del malestar que manifiestan en Moscú muchos de estos patriotas de su dinero en intereses.

Claro que la globalización influye negativamente en una situación como esta y las sanciones afectan de una forma u otra al resto de los países, desde el comercio hasta servicios básicos. La incidencia en la economía mundial será enorme, aunque nada comparable con el dolor y la sensación de rabia que esta guerra, tan injustificada como salvaje, está generando.

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