¿Qué tendrá el asiento del poder que quienes lo prueban no quieren levantarse? Resulta curioso ver los esfuerzos y estratagemas que hacen algunos presidentes de repúblicas –mayormente de África y Latinoamérica– cuando les llega la hora del relevo para continuar en el cargo.
Las constituciones democráticas de los países presidencialistas establecen límites de tiempos y mandatos que algunos juran cumplir y luego se olvidan. Ahí tenemos a 'nuestro' Teodoro Obiang, en Guinea Ecuatorial, que se las ha ingeniado para, mandato tras mandato, sumar 42 años en la poltrona.
Es curioso cómo a muchos empieza a desvelarles el final de su etapa prácticamente desde que toman posesión. Entre las estratagemas para ser reelegidos suelen valerse de dos vías espurias: cargarse la Constitución o saltársela. El argumento de todos ellos es el mismo: acabar un proyecto político trascendente que luego nunca acaba.
Últimamente escandaliza el recurso a la represión del matrimonio nicaragüense Ortega-Murillo para mantenerse en su presidencia conyugal. Es un ejemplo extremo, pero no el único. Muy cerca lo está intentando su colega salvadoreño Nayib Bukele, quien arrancó la presidencia con ideas a las que poco a poco ha venido renunciando.
Aún le queda casi la mitad de la legislatura –que son cinco años-, pero se ve que no quiere perder tiempo y que las elecciones en 2024 le pongan en la calle. Como es previsor, hace meses creó un Tribunal Constitucional, nombró personalmente a los miembros y la primera decisión del nuevo organismo fue abrirle el camino a su presentación, saltándose la norma que establece que nadie puede concurrir a dos mandatos seguidos.
El poder es el único oficio que no suele cansar a quienes lo ejercen.
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